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Título de trama
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Espacio libre
[Privado|Caliel] The sweet Angel and the girl of the night Miér Ago 06, 2014 9:22 amJulia V.[Akasha]
Aleksandr
P.B :
Julien Kang.
Localización :
Cerca del bosque.
Mensajes :
33
Fecha de inscripción :
25/05/2014
Edad :
42
Humor :
De todo un poco.
Año 2010...
Llegó casi al terminar la temporada de lluvias, lluvias que para él eran tormentas en gran escala, pues nunca había presenciado algo parecido. El cielo completamente gris por la cantidad de nubes cargadas juntas, vientos fuertes que hacían los techos de las casas aledañas vibraran con ímpetu, rayos y truenos que resonaban en toda la ciudad, anunciaban con fervor que la lluvia se acercaba.- “Woooooooow y yo que no le creía a mi abuelo…” – Miró por la ventana de la suit en dónde se alojaba antes de dormir. Después de todo, tuvo que cruzar todo el Atlántico en casi 20 horas de vuelo, incluyendo retrasos y transbordos y ahora si se encontraba muy cansado, si quiera para conocer el lujoso mini-bar de su propio apartamento.
No recordaba cuándo había sido la última vez que había sudado tanto, incluso lo hacía hasta en partes que no sabía que podían sudar como debajo de los ojos y tras las orejas. No obstante, no podía retirarse del lugar aunque ya estaba más de un mes en ese tórrido lugar; como parte del parte del gran legado de la familia Bozkurt y primogénito heredero de la fortuna, tenía como una de sus principales tareas viajar a diferentes lugares del mundo en busca de nuevos licores, sabores, textura y encantos que necesitaban toda la atención posible, atención que Aleksandr le ponía más a las féminas que a su trabajo y a consecuencia, nunca le alcanzaba el tiempo por estar alborotado con aromas que no provenían de una uva o de un cereal. Aunque ahora se sentía más en tiempo de vacaciones. Gracias a los malos temporales, no podía comunicarse con sus familiares y eso lo hacía relajarse, pues no sentía presión, empero su felicidad era mucho más grande al no tener que escuchar a su hermana menor todo el día gritándolo u ordenándole cosas. Definitivamente, no quería pasarse trabajando haciendo apuntes y estar borracho todo el tiempo. Era hora de hacer algo de turismo por la zona, aun sabiendo que el lugar era pequeño y que ya conocía lo conocía casi en su totalidad, así que el primer día que el sol salió radiante salió a caminar por la ciudad, ignorando alguno que otro piropo, leyendo cada anuncio con un pequeño diccionario en la manos, pues no sabía hablar muy bien el idioma. Sin embargo, hubo un anuncio que llamó su atención de inmediato, se le había quedado grabado en la mente y le estaba taladrando el cerebro por la curiosidad que sentía y no iba estar tranquilo hasta averiguar qué era.
-“Ru-ta-del-Chu-lla-cha-qui.” – Se dijo así mismo al leer el gran anuncio que se encontraba frente a él en la fachada de una casa de madera, la cual parecía muy antigua. Compró el tour muy seguro de lo que hacía, aunque no estaba muy seguro del cambio de moneda que le habían hecho. Esperó un par de minutos a que otros turistas vengan. Una pareja de ancianos canadienses quienes iban acompañados con una hermosa muchacha de unos 25 años. El macho no perdió la oportunidad a penas la fragancia de la mujer y se podría decir que consiguió una muy buena amistad que terminó en una serie de arrumacos en una pequeña desviación de la ruta. Al término de esta, los dos simplemente se separaron con un simple adiós al término del tour que ni si quiera entendió. No sabía qué hacer ni a dónde ir, pero con solo una mirada alrededor, lo supo de inmediato. – “Esto es hermoso… Pucallpa, me estás sorprendiendo mucho en estos días…” – Sacó su cámara y tomó algunas fotos del asombroso atardecer que en ese momento acontecía. El lobo no era un gran fotógrafo pero realmente le gustaba las fotos. Justo ahora se encontraba en la orilla, respirando el aire puro que los árboles alrededor de él le brindaban. En ese momento, un olor extraño llegó a su nariz. Las ráfagas le estaban anunciando la intervención de un ser diferente a los humanos. Se dejó llevar por su olfato que lo llevó con suma certeza al ser que emanaba aquel olor. Vio a un muchacho no muy alto que aparentemente paseaba por ahí. Alek sólo sonrió amplio y encaminó hacia esa persona, pues a leguas podía notar que era extranjero, así que simplemente decidió hacer amistad con él, empezando por un toque en el hombro ajeno.- “Hola, mi nombre es Aleksandr. ¿No eres de acá, cierto?”– Sabía que para muchas personas que un extraño se acercará a hablarles era motivo suficiente, más si es que ese extraño medía 1.94m y su cuerpo estaba lleno de músculos, pero aquel lobo solo llevaba a pesar de su apariencia, no tenía ninguna mala intensión más que solo hacer amistad y comer algo, ya que, su estómago rugía desesperado por alimentos.
- lago:
- vestimenta:
Hariel
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Lee HyukJae
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25/05/2014
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30
Humor :
Insondable..
Un viaje a sudamérica fue algo que nunca pudiera haber imaginado. Ni siquiera en un mundo de locos. De hecho, todavía se creía en alguna especie de ensoñación, una de aquellas donde todo era hermoso.. hasta que la realidad pinchaba la burbuja y debía despertar. No obstante, aquella nimiedad no debería mancillar el sueño, sino que, al saber que éste podía durar poco, lo disfrutaría más. Arribó a Pucallpa en la mañana, con pocas pertenencias, puesto que gustaba de seguir lo más práctico y funcional. Lo primero que hizo fue vagar por las calles, queriendo sentirse conectado con el ambiente, las personas, las sonrisas... la tierra. Oh, y cómo le gustó eso... Fue así, vagando por las vías naturales, que llegó a una suerte de posada con vista a un bello lago.
Recordaba que se había detenido varios minutos a ver aquel cúmulo de agua, recordando experiencias pasadas, momentos vividos y personas conocidas. Tiempos que nunca volverían por más que quisiera traerlos de regreso. No obstante, no quería volver a vivirlos, sólo quería sentirlos cerca.. lo cual le intrigaba, al no poder descubrir sus propias motivaciones.
Fue atendido de manera fenomenal. El par de mujeres que cuidaban la posada eran del tipo hogareño, fuerte y casero, lo cual le hacía sentir en casa. Almorzó un platillo llamado "Tacacho", que no sabía de qué estaba hecho, pero le gustó; para luego cambiarse de ropa y salir por una caminata. El clima se templaba, logrando que la camiseta de tela fina que cubría su torso fuera suficiente abrigo en el exterior. Llevaba un par de pantalones sencillos y ningún calzado, puesto que las mismas mujeres de la posada no los usaban para transitar por allí. Era una manía suya, querer sentir la tierra... Últimamente no ejercía tanto control sobre ella, pero seguía sintiéndose uno con aquel elemento, por raro que sonase. Sus pies peinaban la zona, posándose con suavidad sobre el terreno, como quien teme lastimar. Fue así que llegó al lago que capturó su atención cuando llegó a la posada. Visto de cerca, parecía mucho más grande. Y traía muchos más recuerdos.
Un suspiro agresivo brotó de su garganta, mientras se preguntaba por qué esa enfermiza costumbre de vivir del pasado. Llevó la diestra a sus cabellos, revolviéndolos con frustración. Terminó jadeando, antes de ir a sentarse en la orilla del lago, dejando que sus pies se humedecieran con el vital elemento. Recordó el día en que fue salvado por aquel ser marino.. y, por un segundo, contempló la posibilidad de que algún otro ser de aquella índole se hallara dentro del lago, por lo cual decidió ponerse de pie y dirigirse a la posada. No obstante, fue en ese segundo que sintió un toque en el hombro, el cual le hizo girarse, sobresaltado. Miró fugazmente al contrario, encontrando que tenía apariencia de europeo o algo parecido. Arqueó una ceja. — Ahmm.. No, no soy de aquí. — Murmuró con cautela, sorprendido por la extrema altura del contrario. ¿Habría consumido alguna clase de esteoroide? Le llamó la atención la extraña aura que aquel sujeto emanaba, por lo cual, lejos de amedrentarse, optó por descubrir qué había detrás del enigma. — Vengo de Corea del Sur. Usted no parece de aquí tampoco, ¿de dónde viene? — Cuestionó, antes de caer en la cuenta, con un levísimo respingo. — ¡Cierto! Soy Lee HyukJae.
Recordaba que se había detenido varios minutos a ver aquel cúmulo de agua, recordando experiencias pasadas, momentos vividos y personas conocidas. Tiempos que nunca volverían por más que quisiera traerlos de regreso. No obstante, no quería volver a vivirlos, sólo quería sentirlos cerca.. lo cual le intrigaba, al no poder descubrir sus propias motivaciones.
Fue atendido de manera fenomenal. El par de mujeres que cuidaban la posada eran del tipo hogareño, fuerte y casero, lo cual le hacía sentir en casa. Almorzó un platillo llamado "Tacacho", que no sabía de qué estaba hecho, pero le gustó; para luego cambiarse de ropa y salir por una caminata. El clima se templaba, logrando que la camiseta de tela fina que cubría su torso fuera suficiente abrigo en el exterior. Llevaba un par de pantalones sencillos y ningún calzado, puesto que las mismas mujeres de la posada no los usaban para transitar por allí. Era una manía suya, querer sentir la tierra... Últimamente no ejercía tanto control sobre ella, pero seguía sintiéndose uno con aquel elemento, por raro que sonase. Sus pies peinaban la zona, posándose con suavidad sobre el terreno, como quien teme lastimar. Fue así que llegó al lago que capturó su atención cuando llegó a la posada. Visto de cerca, parecía mucho más grande. Y traía muchos más recuerdos.
Un suspiro agresivo brotó de su garganta, mientras se preguntaba por qué esa enfermiza costumbre de vivir del pasado. Llevó la diestra a sus cabellos, revolviéndolos con frustración. Terminó jadeando, antes de ir a sentarse en la orilla del lago, dejando que sus pies se humedecieran con el vital elemento. Recordó el día en que fue salvado por aquel ser marino.. y, por un segundo, contempló la posibilidad de que algún otro ser de aquella índole se hallara dentro del lago, por lo cual decidió ponerse de pie y dirigirse a la posada. No obstante, fue en ese segundo que sintió un toque en el hombro, el cual le hizo girarse, sobresaltado. Miró fugazmente al contrario, encontrando que tenía apariencia de europeo o algo parecido. Arqueó una ceja. — Ahmm.. No, no soy de aquí. — Murmuró con cautela, sorprendido por la extrema altura del contrario. ¿Habría consumido alguna clase de esteoroide? Le llamó la atención la extraña aura que aquel sujeto emanaba, por lo cual, lejos de amedrentarse, optó por descubrir qué había detrás del enigma. — Vengo de Corea del Sur. Usted no parece de aquí tampoco, ¿de dónde viene? — Cuestionó, antes de caer en la cuenta, con un levísimo respingo. — ¡Cierto! Soy Lee HyukJae.
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De todo un poco.
-Aleksandr solo sonría con entusiasmo al muchacho que al decir verdad, le pareció ligeramente... feo a la vista por su rostro, por lo menos como empresario no lo llamaría para que él sea imagen de un licor, tal vez para un comercial para vender plátanos, pero no para un licor. En unos pocos segundos, retomó la conciencia y su sonrisa se amplió más al oír al mocoso. ¡Podía hablar su idioma! Rápidamente tomó la mano ajena entre las propias y la agitó con mucha energía.- En efecto, no soy natural de este hermoso y caluroso lugar... vengo de Lyon en Francia pero resido en Brujas... -A medida que decía cada palabra, no solo sus manos no dejaban de moverse, sino que sus pies también habían avanzado poco a poco hasta quedar muy próximo al aparente menor. Se sentía muy atraído hacía él pues nunca había sentido ese aroma tan peculiar en otro ser. Estaba convencido que no era un humano, una planta o una fruta, eso sería imposible, sin embargo, Alek lo tenía considerado, después de todo, su hermana no decía que era un niño por puro gusto. Si querer sus ojos pasearon por del cuerpo ajeno una y otra vez sin querer o quizás haciéndolo tratando de descifrar o que era la extraña criatura.- ¿No eres humano cierto? - Al decir aquellas palabras, ciertamente el lobo estaba demasiado cerca del contrario como para olfatear su hombro y sin ninguna vergüenza lo hacía a pesar de las extrañas miradas de las personas que estaban alrededor.- ¿Qué eres? ¿Un lycan? -caminaba alrededor del menor en círculo tratando de descifrar o adivinar el misterio que llevaba el contrario.-
Hariel
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Lee HyukJae
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Insondable..
No pudo evitar arquear una ceja interrogante al notar que el otro no hablaba y sólo le miraba. Era extraño. No obstante, más importante era aquella extra aura del otro, la cual le resultaba familiar, pero al mismo tiempo, distinta. Su cerebro le envió visiones de Daniel, ante lo cual su gesto decayó un poco. Entonces recordó a Mao y tuvo que morderse los labios para no dejar ir una carcajada. Ay, que el mundo estaba poblado por locos. Prestó suma atención cuando el hombre de los esteroides habló. Su tono fue bastante formal y educado, como si se tratase de algún caballero inglés. Realmente, no dejaba de ser excéntrico.
De acuerdo, dejando eso al margen. . . ¿Había oído bien? ― ¿Dijo Brujas?. . . ¡Yo también resido allí! ― No pudo evitar exclamar, sorprendido hasta la médula. Tan impresionado estaba por aquella bizarra coincidencia, que no se había percatado de lo cerca que se encontraba ahora el otro. Su mirada se perdió en el lago, justo cuando oyó cómo el contrario olfateaba su hombro. Sí, olfatear, no oler. El sonido medianamente grotesco que se reprodujo ingresó a sus tímpanos, avisándole que ya había sido percibido hacía tiempo. ‹‹Lycan...››, se dijo, intentando convencerse, negándose a contemplar la posibilidad de que se tratase de alguna raza nueva, como le había sucedido con Atlas. Se quedó estático, no acostumbrado a la cercanía de personas desconocidas, antes de retroceder un par de pasos. Tampoco era plan que el otro tomara su alejamiento como una ofensa, por lo cual lo hizo con propiedad, pero imponiendo sus límites.
― No, no lo soy. Y usted tampoco, por lo que puedo observar. ― Giró su cabeza, intentando seguir al Lycan (Sí, ahora que aquella palabra había brotado de la boca ajena por sí misma, no había duda alguna sobre su raza). El otro giraba alrededor suyo, lo cual resultaba inquietante. Se sentía incómodo con el adverso invadiendo su espacio vital, sobre todo sin que él diera luz verde para aquella extrema cercanía. Ojalá hubiera sido tan amable como Atlas, pero éste Lycan no parecía ser así en absoluto, por lo cual sí tendría que resaltar, nuevamente, los límites. ― Deje de jugar a la rondita alrededor mío, por favor. ― Farfulló con tono serio, antes de añadir. ― Soy un ángel. O como se le dice ahora, un zéphyro.
De acuerdo, dejando eso al margen. . . ¿Había oído bien? ― ¿Dijo Brujas?. . . ¡Yo también resido allí! ― No pudo evitar exclamar, sorprendido hasta la médula. Tan impresionado estaba por aquella bizarra coincidencia, que no se había percatado de lo cerca que se encontraba ahora el otro. Su mirada se perdió en el lago, justo cuando oyó cómo el contrario olfateaba su hombro. Sí, olfatear, no oler. El sonido medianamente grotesco que se reprodujo ingresó a sus tímpanos, avisándole que ya había sido percibido hacía tiempo. ‹‹Lycan...››, se dijo, intentando convencerse, negándose a contemplar la posibilidad de que se tratase de alguna raza nueva, como le había sucedido con Atlas. Se quedó estático, no acostumbrado a la cercanía de personas desconocidas, antes de retroceder un par de pasos. Tampoco era plan que el otro tomara su alejamiento como una ofensa, por lo cual lo hizo con propiedad, pero imponiendo sus límites.
― No, no lo soy. Y usted tampoco, por lo que puedo observar. ― Giró su cabeza, intentando seguir al Lycan (Sí, ahora que aquella palabra había brotado de la boca ajena por sí misma, no había duda alguna sobre su raza). El otro giraba alrededor suyo, lo cual resultaba inquietante. Se sentía incómodo con el adverso invadiendo su espacio vital, sobre todo sin que él diera luz verde para aquella extrema cercanía. Ojalá hubiera sido tan amable como Atlas, pero éste Lycan no parecía ser así en absoluto, por lo cual sí tendría que resaltar, nuevamente, los límites. ― Deje de jugar a la rondita alrededor mío, por favor. ― Farfulló con tono serio, antes de añadir. ― Soy un ángel. O como se le dice ahora, un zéphyro.
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