{Henry} Muerto de aburrimiento

Noté una mirada intensa sobre mí; estaba acostumbrado a las largas miradas hacia mi cuerpo. Miradas fogosas, llenas de deseo, miradas de miedo, de pánico, horror; también a las miradas de asco y repulsión, aunque las que más se desataban eran siempre las primeras. Y podía asegurar que esa era un de ellas, me giré y en ese preciso instante se cruzaron nuestras miradas. Era un chico de mejillas generosas, que se pronunciaron todavía más cuando me regaló una magnífica sonrisa. Era atractivo, eso sin duda, le contesté con una sonrisa dulce y levanté mi copa dando un sorbo a aquella mezcla de bebidas alcohólicas dulzona, sin dejar de mirarle. No era del humano, su presencia me lo decía.

No destilaba ese característico olor que odiaba tanto de ellos, había algo en él… ¿Tal vez fuera uno de esos seres extraños que no eran exactamente algo? O bien dicho, engendros, como yo los llamaba por dentro. Reí por debajo de la nariz.

—Interesante…—susurré para mí mismo, mi voz sonó un tanto áspera. Me relamí los labios y volví a mirar al joven que ahora estaba bailando a lo loco con unas chicas sin dejar de reír; no té que no dejaba de mirarme de reojo y eso me hizo sonreír todavía más.

Me terminé la copa y pagué a la muchacha. Podría haberme ido sin pagar, ya que la chica no me había caído nada bien, pero aquello me había puesto de buen humor. Me levanté y me dirigí hacia donde estaba bailando el chico y comencé a bailar también. Soy bailarín, así que sé muy bien cómo moverme y qué expresar bailando. Mis movimientos se armonizaban perfectamente con el ritmo, pero eran insinuantes y eléctricos. Nunca había conocido a un ser como él, y estaba deseando que se me acercara. Varias personas intentaron responderme, pero yo los saqué de mi camino.

Me fui acercando a él, mirándole con intensidad y una sonrisa ladina que sabía que resultaba muy atractiva para cualquier humano.

Vi su cuerpo acercándose, haciendo algo parecido a bailar, mientras yo me movía todavía más provocador. Noté una mano en mi trasero y no me molesté mucho por sacarla de ahí. Aunque cuando sentí que no se detenía y quería más la aparté de un manotazo. Yo lo quería a él; hacía tiempo que no deseaba alguien, y aquél chico había despertado sentimientos en  mi cuerpo. Aunque sobre todo sentía curiosidad, no sabría decir si era porque parecía desprender un aura diferente, muy suyo, que no tenía nada que ver con esencias de especies, razas o demás cosas. Tenía algo que no sabía identificar que me atraía sin más.

Observé en silencio cómo sus pies chocaban con los míos, en un toque apenas perceptible. Analicé cada uno de sus gestos, la mano pasando con rapidez por la nariz, la mueca tímida de sus labios, cercana a una sonrisa, de forma imperceptible, la inseguridad en sus ojos, la pequeña gota de sudor que se escurría por sus sienes y temblequeaba, juguetona hasta perderse en la curva de la quijada. Me relamí los labios, y antes de que pudiera reaccionar ante lo visto el chico se dio la vuelta y empezó a mover su cuerpo con su extraño baile en mi dirección. Sonreí al verle bailar, siempre me provocaba cierta gracia ver bailar a gente que no sabía, pero no por eso me molestaban. Bueno, dependiera de cómo, pero ese chico no era uno de esos que se creían geniales, se le notaba feliz bailando y que simplemente quería disfrutar, y aunque no lo hiciera genial, resultaba atractivo verle. El sudor le había empezado a pegar la camiseta, y yo no pude más que acercarme a él, de forma lenta y sinuosa. Alcé mis manos, y con total seguridad las posé sobre sus hombros atrayéndolo a mí un poco más, lo suficiente como para que mi nariz rozara su pelo y lo olisqueara. Deslicé mis manos hacia abajo, por sus brazos, sin dejar de bailar, para definitivamente, pegar mi cuerpo al suyo.

Le coloqué los brazos en el estómago, con mis manos sobre sus manos, como si fuéramos novios de toda la vida y nos estuviéramos abrazando con mimo. Supuse que podía parecerle raro al chico, pero si sabía de esos sitios tanto como yo, entendería que lo hiciera. Sobre todo con mi caso, si no lo agarraba así, seguirían molestándome, y yo quería estar con él. Pegué su espalda contra mi pecho, y puse mis manos sobre su cintura, dejándole los brazos libres.

—No parece que sepas muy bien cómo moverte—dije, susurrante, en su oído, de forma extremadamente dulce—. Pero no te preocupes, no lo haces mal del todo, sólo te falta seguir un poco más el ritmo.—Moví mi pelvis hasta que chocó con su trasero, e hice los movimientos muy marcados, para mostrarle el ritmo—. ¿Ves el ritmo?—Me incliné un poco hacia delante, girando la cara para mirarle y que él me pudiera ver también, aunque fuera de reojo. De cerca me pareció aún más increíble. Sus mejillas parecían muy blandas y besables, sus labios eran gruesos y rosados, sus ojos resplandecían inocencia y su olor… Su olor era exquisito.

Le sonreí con dulzura para que se tranquilizara (aunque fuera falsa, yo era muy buen actor), creo que mi presencia le ponía nervioso, y como para no estarlo, de seguro que sentía algo raro, si él también era algo. Volví a posar mis labios cerca de su oreja, y ésta vez incluso llegué a rozarlos con ese trocito de piel.

—Me llamo DongHae y… soy profesor de baile, así que no te preocupes, hoy vas a tener lecciones gratuitas.—Reí un poco sobre su oreja tras la broma y seguí guiándole con mis manos sobre las caderas, mostrándole el ritmo.

El calor de sus manos sobre las mías, provocó un escalofrío que subió directo por mi espina dorsal y se perdió en mi nuca. Los pelillos del cuello se me erizaron y acabó creando una sonrisa ladeada de pura satisfacción. Había química, la sentía en el aire que pasaba entre sus cuerpos, en el rápido respirar y el sudor caĺido mezclándose con el contrario. Todo de alguna forma parecía decirle que sus cuerpos encajarían a la perfección. Entrelazó los dedos con los de él, sin borrar la sonrisa y se acercó a su oído, muy excitante.

—Ya vas mejor, ¿ves? Sólo necesitabas práctica—Lo pegué más a mi cuerpo, hasta que mi pecho estuvo contra su espalda en su totalidad. Notaba los latidos de su corazón, acelerados y posé mi cabeza apoyada en la suya. Mis labios quedaban a la alyura de sus hombros, y le di un corto beso para luego anidarme en la curvatura de su cuello—. Hueles muy agradable, Henry.—Me gustaba su nombre, era fácil de pronunciar. Quería hablar un poco con él, me causaba mucha curiosidad esa fuerte atracción que me provocaba, por eso quería averiguar sobre todo qué era. Pero la música era demasiado alta, y me estaba poniendo de los nervios.

Antes de ir traté de aprovecharme un tanto, quería conocer los límites de aquel chico. Moví mis manos, deslizándolas por su estómago, aún unidas a las suyas. Le acaricié por encima de la ropa de una forma muy poco inocente. Llegué a sus caderas y lo pareté contra mi entrepierna. Le besé en el cuello varias veces, mientras colaba una mano bajo su camiseta y le acariciaba el estómago; su piel era suave y aunque no muy marcados, tenía los músculos bien ejercitados. Mis labios hiceron un camino de besos hasta su quijada, la cual mordisqueé un poco, definitivamente, llegué a su oreja y susurré.

—Henry, vayamos a hablar a la barra.—Saqué mis manos de debajo de su camiseta y separé la unión de nuestros dedos. Posé mis manos sobre sus hombros y lo apreté contra mí para salir de la pista de baile. Llegamos a la barra y encontré dos lugares vacíos. Me senté en uno, suponiendo que él se sentaría en el otro.

—Y bien, Henry,  ¿s me permite invitarte a algo?—Sonreí de forma agradable, qunue por dentro me pasaban todo tipo de cosas menos agradables; bueno, depende de cómo se viera. No eran cosas puras, eso seguro, pero era un Dâimon, ¿qué se podía esperar de mí?

Asentí cuando respondió a mi pregunta e hice llamar a una de las camareras. De nuevo se acercó la misma mujer que antes.

—¿Qué te pongo, guapo?

—Una cerveza para este chico y otra para mí—dije, guiñándole un ojo y pasándole un billete para que lo cobrara. La mujer siguió el jugueteo pasándose la lengua por el labio y mirando a Henry de arriba a abajo, al menos lo que lograba ver de él desde detrás de la barra. Sin embargo, yo pasé mi brazo por sus hombros, de forma aparentemente amistosa, pero en un acto que marcaba posesión. La mujer dejó al instante de mirarle y asintió, agarrando el billete.

Claaro... está hecho, macizo—Sonreí ante el apodo que me había puesto y miré de nuevo a Henry. Aún no había quitado mi brazo de su hombro y lo quité despacio, deslizando la mano por la piel de su espalda, mirándole fijamente a los ojos, con una mirada de juego. Cuando me separé del todo de él, apoyé los brazos en la barra y los crucé.

—Así que dime Henry, ¿has venido tú solo aquí o con algún amigo?—No parecía que hubiese ido acompañado, pero quería asegurarme. Observaba bien sus facciones, maravillándome con ellas. Eran tan humanas como las mías (obviamente, del cuerpo humano que poseo), pero eran mucho más atractivas de lo que me parecerían usualmente. Mucho más. Era una de las razones por las que sospechaba que no era un humano normal y corriente.—Ahá...—dije y seguidamente, puse una mano en su pantorrilla y me empecé a acercar muy despacio a él, hasta que nuestras caras quedaron a escasos centímetros. Si hubiera sacado mi lengua habría podido repasar la línia de sus labios sin ningún problema ni dificultad. —Verás...—Posé mi mano sobre una de sus mejillas, y la acarició con suavidad, hasta alcanzar su oreja y poner unos cabellos mal puestos en su sitio. Estaba tratando de ejercer mi influencia demoníaca sobre él, pero sus ojos me estaban engullendo a mí también, así que por el contrario de lo que esperaba, cambié mis palabras por otras, porbándole más—. Estoy seguro de que sabes que no soy un humano mundano como el resto en este bar, al igual que yo sé que tú no eres un humano normal y corriente. ¿Acaso... me contarías qué eres?—Paseé mi mirada por su cara, con deseo y volví a mirarle de frente; paseé la mano que estaba recogiéndole el pelo detrás de la oreja y la hice viajar con caricias hasta la barbilla. Había ido directo con la pregunta, yo no me solía andar con rodeos—. Me causa mucha intriga y prometo decirte lo que soy después de qu...—Nos interrumpió la chica camarera, posando las jarras a rebosar de cerveza; deshice mi posición al completo. Estaba seguro de que la había llenado más de lo usual. Le guiñé un ojo.

—Muchas gracias, señorita.

—De nada, macizo.—Sonreí abiertamente, realmente divertido por esa extraña relación que habíamos creado ella y yo y luego volví a mirar a Henry. Jugueteé con el anillo que tenía en el dedo índice, mientras le miraba, esperando una respuesta.

Anillo:

—No hace falta que conestes si no quieres, obviamente, pero entonces te quedaras con la duda de saber lo que yo soy...—le tenté, luego me reí—. Es broma, sólo no te quiero presionar. Si no quieres que los demás te oigan, puedes susurrármelo al oído...—dije, en una clara invitación de juego de coqueteo. Me gustaba convertirlo todo a algo sexual, porque así era yo.

Me reí de nuevo, altivo y prepotente, mientras le miraba de forma intensa, tan sólo por un corto lapso de tiempo, pero el suficiente para que se diera cuenta de mi verdadero yo si era alguien ávido de mirada. Después volvió mi falsa inocencia y sonrisa aniñada.

—¿Qué te ha parecido la huida? ¿Repetimos?— pregunté, sonriendo de lado a lado, sin mostrar signos de cansancio, pues en verdad, no lo estaba—. No somos muy amigos esos tipos y yo, como puedes ver— susurré, dejando mi aliento cálido llegar hasta su cara, situándome algo más cerca de lo permitido en general.

—Bueno... Henry, supongo que entonces, si no tienes nada mejor que hacer... podemos ir a algún sitio más agradable. Uno en el que al menos no haya tipos gordos y sudorosos tratando de llevarse a algún niño inocente a dormir con ellos. ¿Vamos?

Le tendí mi mano y ladeé mi cabeza hacia la izquierda, en un gesto estudiado. Sabía que resultaba coqueto y adorable a ojos de humanos. A mi tan sólo me parecía un acto de estúpido y sin cerebro, pero debía aparentar ser lo más amable posible a ojos de mis víctimas; aunque aún no estaba seguro de si Henry era una de mis víctimas, pues a pesar de que obviamente, mi instinto me animaba a jugar con él y luego matarle, otra parte de mí se sentía atraída por el factor de la curiosidad. Una intensa curiosidad que se escondía tras esa mirada de brillo sincero e ingenuo.

—Por cierto, Henry, mejoraste mucho el baile en poco rato— dije, asintiendo con la cabeza—. Eso denota que con práctica, podrías ser muy buen bailarín. Si te gusta la idea... podríamos salir por ahí de vez en cuando y te voy enseñando mis truquitos.— Le guiñé un ojo—. ¿No es una buena propuesta? Un profesor de baile gratis. ¿Qué más puedes pedir?

Sonreí ámpliamente, con esa maldad recorriendo mis venas, al venirme pensamientos oscuros y malvados, pero viéndose para él, en esa tan practicada sonrisa “amable e inocente”.