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SuHoon Lee

SuHoon Lee
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Miér Jul 02, 2014 3:39 pm

Conocer a alguien y saberle la vida, definitivamente ayuda  a crear lazos entre esas dos personas. Realmente se había quedado prendado del chico que había salvado. Poseía algo muy interesante en él, no podía decir que era, pero lo percibía. Él ajeno sabía que Suhoon no era normal, pues había visto su forma de Naga, por la cual logro salvarlo. No estaba muy seguro de como lo había aceptado y de tan buena gana. Pero le gustaba, pues sentía que podía compartir su secreto con alguien.

Estaba en una cafetería, el frío en la ciudad era mejor, pero el joven coreano prefería llevar siempre una saco delgado sobre el cuerpo. Tenía colocada una gorra negra, una camisa de cuadros negros y unos jeans  rotos en las rodillas. Su cabello largo estaba amarrado en una coleta y dejaba que su rostro afilado se vera aun mejor. Los aromas del lugar le transportaban a una memoria lejana, en la que compartía una taza de café con su familia... su madre y padre... y ella, la chica que amó. De alguna forma, se sentía melancólico, pues al mirar su taza, notó que había pedido un late - Tu café favorito... -pensó en voz alto y tomó la taza entre sus largos dedos.

Miró hacia la calle y observó como las gotas de lluvia caían sobre los cristales y sintió que era una reacción en respuesta a la tristeza que tenía en el interior. No deseaba tener mal animo cuando su amigo apareciera, así que decidió pensar en otra cosa, mientras limpiaba sus lagrimas con cuidado. Sacó una libreta y comenzó a trazar una idea sobre la lluvia. Necesitaba una escultura para la escuela, así que aprovecharía el tiempo y dejaría de pensar.
Hariel

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Jue Jul 03, 2014 9:50 pm
Caían sobre él las pequeñas gotas de agua, cuando sus pasos le llevaban a vagar por las calles del comúnmente conocido como Grote Markt. El aire de Brugges era distinto al de Hungría o Corea, más similar al de Londres, aunque no sabía si aquella era una apreciación adecuada o sólo era impresión suya. El clima era más frío, pero la gente desbordaba cierta calidez que él encontraba fascinante. Recordó la primera vez que vio humanos en la tierra de mortales. . . ¡Qué mágica visión había sido para sus opacados ojos! Y ahora, ya habiéndose habituado a ese tipo de vida, no podía hacer más que seguir admirándose. Si bien era cierto, no todo era miel sobre hojuelas, pero él siempre sería de los optimistas que preferían creer.

Tal vez, lamentablemente.

Un suspiro que escapó de la prisión de sus labios pintó la atmósfera de blanco y se elevó al cielo, cuando él se decía a sí mismo que debía dejar de lado esos pensamientos. De acuerdo, no se encontraba en el mejor estado emocional, pero lo peor ya había pasado. Sólo quedaba continuar. Sobrevivir. Guardó los gélidos falanges en los bolsillos de su casaca polar, al mismo tiempo que hundía la boca en su bufanda, dejando tan sólo sus pupilas avellanas en contacto con el exterior. La negra tela jean de sus pantalones era una segunda piel debido al clima, lo cual resultaba un tanto incómodo, pero al mismo tiempo, agradable. Así, caminando alrededor del monumento céntrico del lugar, el cual se limitó a observar a lo lejos, terminó en la sección de cafeterías sin notarlo. Levantó la cara de su bufanda gruesa, encogiendo sus hombros en un acto inconsciente, pensando que era en extremo irónico que alguien con la fijación que él tenía con aquella bebida fuera guiado por sus pasos a una cafetería. Fue al siguiente segundo que su mente le recordó que había sido citado a aquel lugar, por nada más y nada menos que el muchacho que le había ayudado el otro día, cuando estuvo a punto de ahogarse. Estaba realmente agradecido con él, por lo cual había traído consigo un pequeño presente. Una chuchería que no tenía mucho valor, en realidad, pero que para él cobraba un significado inmenso.

Su diestra se cernió alrededor de dicho objeto, justo cuando él vio a aquel hombre, haciendo quién sabe qué en una libreta. ¿Escribiendo? ¿Dibujando?. . . La curiosidad empezó a tentarlo, por lo cual apuró el paso hacia él, deteniéndose justo a sus espaldas, para poder saber qué hacia al ver la libreta sobre el hombro del contrario. Le sorprendió encontrar cierta similitud entre el otro y él cuando escribía. Vio la coleta bajo su nuca y recordó a ciertos amigos del pasado que solían llevar cabello largo, entre ellos aquella persona especial. Una sonrisa suave se hizo en su rostro, para que luego su índice izquierdo picara saltarinamente el hombro de aquel misterioso hombre.
SuHoon Lee

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Miér Jul 09, 2014 12:41 pm
Había pasado poco tiempo desde que su mente se había perdido en sus pensamientos. Realmente era algo singular la forma en la que podía perderse en un mundo irreal, donde solo él podía llegar y permanecer. Su mente le había transportado a lugares de su mente que, en realidad, no le pertenecían, pues las memorias que tenía eran de Atlas, el Naga que vivía en su interior. Sus recuerdos lo llevaron a tiempos antiguos, en los que la humanidad era primitiva... Atlas siempre fue curioso y deseaba ir a esos lugares donde aquellas singulares criaturas de dos patas caminaban y hacían regalos a los mares para que sus hermanos leviatanes no les lastimaran... ¿Acaso no sabían que no valía la pena?

Leviatan se concentró en un hombre muy particular, de cabello negro y piel muy clara, ese hombre sin duda le parecía el más curioso de todos, sobre todo por que solía navegar en una pequeña laguna todas las noches, para llegar al otro lado. Atlas se fijaba a donde iba y que hacía, descubriendo que se dirigía a la casa de otra ser humano, una mujer. Naga entendió que era su amante y que ellos se decían palabras de amor... amor... ¿Qué era aquello?

Fue entonces cuando decidió tomar ese cuerpo y experimentar el amor. Pasó con el humano muchos años, haciendo que no muriera como otros humanos. Vivió con él, observó el mundo por aquellos ojos. Sin duda Atlas se enamoró de ser humano y cada determinado tiempo se unía a alguno, pero tenía que tener algo diferente... tenía que estar enamorado. Mika entendió que era por eso que fue elegido... y de cierta forma estaba agradecido, si no fuera por eso, estaría muerto.

Los trazos en su papel eran un retrato del hombre que Atlas tomó por primera vez, su cabello era el mismo, su mirada, pero sobre todo tenía esas escamas que surgían al rededor de cuello cuando se transformaban, Mika esta revelando una parte de como se veía en su propia transformación. Y claro, no podía faltar la expresión de melancolía y las gotas de lluvia sobre el cuerpo de serpiente que poseía.

Sus pensamientos regresaron al presente, cuando sintió como tocaban su hombro y le llamaban. Giró su rostro con una sonrisa y miró a su amigo de cabello azul- Hola! -dijo alegremente, saltando de la silla para observarlo a la misma altura- Pensé que no llegarías... -comento alegre- anda siéntate -dijo señalando la silla.


Hariel

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Vie Jul 11, 2014 12:32 am
La figura que el contrario iba trazando adquirió vida en el papel, sorprendiéndolo. Era increíble cómo un simple dibujo podía guardar tanta magia dentro de sí.. Los ojos profundos, la sensación de melancolía que adornaba cada línea... Todo. Lo siguiente que estudiaron sus ojos fueron las escamas que se expandían por el cuerpo del hombre dibujado. Si mal no recordaba, algo muy similar había sido la transformación del muchacho que estaba delante suyo, concentrado en su obra de arte. Si bien era cierto, parecía sólo un boceto, pero él siempre había tenido esa costumbre sentimentalista de valorar mucho más los esbozos originales que la fachada final. ¿Por qué?.. Quién sabe.

Lo que le despertó de aquella ensoñación mental fue el hecho de que el contrario se levantase a saludarlo. Su mirada le siguió, gentil, provocándole una sonrisa afable al escuchar su comentario. — Más vale tarde que nunca, ¿no? — Inquirió, a medida que iba avanzando hacia la silla señalada por el contrario. Ocupó su posición, entrelazando ambas manos sobre la mesa, adquiriendo una postura pensativa. — ¿Y bien, amigo marino? ¿Cómo ha estado usted? — Preguntó, al mismo tiempo que una joven uniformada se acercaba a él, para tomar su orden, quizás. Miró al pelinegro. — Ya ordenaste, ¿cierto? — Pronunció, al momento en que veía el mencionado alimento en la mesa ya. Acto seguido, clavó los ojos en la muchacha, listo para ordenar. — Quiero un Frapuccino, señorita. Muchas gracias. — Fue entonces que la joven miró a su amigo, por si se le ofrecía algo más.

Su mirada se detuvo en la bebida del otro unos instantes, mientras pensaba que le alegraba poder probar el famoso "Frapuccino". Ni siquiera sabía de qué estaba hecho, pero rogaba porque fuera dulce al paladar y no amargo como el café normal. — Me recomendaron esa bebida.— Dijo de la nada, mientras tamborileaba en el borde de la mesa con las falanges, esperando su bebida. Por un momento, su mente se perdió en recuerdos antigüos... pero intentó recomponerse. Debía evitar que ese tipo de lugares le llenaran de nostalgia. Aunque, realmente, la nostalgia era una se las sensaciones más maravillosas que se le había permitido experimentar. La mano derecha ahora guardaba el pequeño presente en el obsequio de su casaca, preparándose para cuando el momento adecuado llegase.
SuHoon Lee

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Jue Jul 24, 2014 3:04 pm
Se sorprendió cuando el chico le llamó y sin dudarlo, se levantó rápidamente para mirar a su invitado. El chico era guapo y bastante agradable, por lo que le entusiasmada poder estar con él. Además, era agradable poder compartir el tiempo con una persona que conociera su secreto y que no le juzgara por él. Después de salvarle la vida, era más que evidente que se harían cercanos ¿no?... bueno eso pensaba Atlas.

Una situación complicada se presentaba en Atlas, pues el Leviatan se sentía atraído por algo en el ajeno, algo que era mucho más intenso y secreto de lo que podría imaginar. Realmente deseaba conocer al humano... que estaba seguro que era algo más que un simple humano, pues en él había más cosas ocultas. Atlas era un ser temperamental y caprichoso en algunas ocasiones, por lo que Suhoon debía controlarlo y procurar que no hiciera algo que pudiera arruinar su nueva amistad.

Cuando su amigo se sentó, hizo lo mismo, escuchándolo y sonriendo ante sus aclaraciones. Hariel era amable y educado, algo que sin duda Atlas y Suhoon apreciaban, no era como los otros chicos modernos que le parecían groseros o como otros seres marinos, bueno en especial Kraken. Intento olvidarse de esos pensamientos y se dedicó a observar al chico- Estoy bien, creo que más alegre y cómodo que en otros días. Ya puedo adaptarme mejor a la ciudad y su clima -afirmó sonriendo, dejando sus cosas dentro de la mochila que siempre cargaba- Si ya he ordenado, yo prefiero los expresso, son más fuertes... -dijo divertido, sin revelar su gusto por los dulces- ¿Tú como estas?... no debe ser fácil superar que casi mueres ahogado... ni tampoco lo que vivimos... -dijo sonriendo un tanto tímido, recordando la aventura de la primera vez que se vieron. Lo observó y espero su respuesta.

Su vida había dado un giro interesante, ahora tenía un amigo y deseaba seguir teniéndolos, realmente deseaba ser lo más normal que pudiera, aunque claro ser un leviatan no era algo normal.


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Mar Jul 29, 2014 9:51 pm
Su Frapuccino se hacía esperar, pero el tiempo pasaba por aquel lugar sin hacer notar su presencia. Si alguien le hubiera preguntado qué hora era, lo más seguro es que hubiera contestado que no sabía. O, peor aún, ni siquiera hubiera podido decir a ciencia cierta dónde estaba. Conversar con el ser marino que tenía frente a frente era como viajar en una máquina del tiempo, pues éste último y el espacio parecían desaparecer. Se permitió reírse de sí mismo en su fuero interno, debido a esa manía suya de centrarse demasiado en lo que le interesaba. Empero, no podía desligarse de la fascinación que le despertaba conocer a aquel amigo de una nueva especie para él. La curiosidad era grande. . . Y él sabía que su curiosidad podía meterle en graves problemas. Incluso cuando sólo era Lee HyukJae, sus preguntas y el mal hábito de meterse donde no le llamaban hacían que se ganara numerosas reprimendas. Un suspiro mudo abandonó sus labiales, a medida que el tamborileo de sus falanges cesaba. ¿Por qué aquello?.. Porque Atlas usaba aquella magia de detener el tiempo, hablando. Su concentración se posó tanto en su respuesta, que no había ansiedad alguna. Ni el Frapuccino que todavía no llegaba.

Oh, eso quiere decir que, hasta hace poco, vivías en otro lugar. . . ¿Dónde? ― Preguntó. Ahí iba, pero bleh,no podía evitarlo. Intentar lograr que él no preguntase absolutamente nada era como decirle a un gato que no maullara. Observó cómo el contrario guardaba aquellas muestras de arte en su mochila. Según sabía, era escultor... y Señor de las Profundidades. Una sonrisa sutil se abrió paso entre sus labios, cerniendo más sus dedos alrededor del obsequio. Expresso. . . ― Hubo un tiempo en que los consumía demasiado. ― Confesó, mirando su mano libre, la única que yacía sobre la mesa. ― Lo amargo de su sabor puede expulsar todo lo demás que tengas en tu cerebro. Algo parecido a lo que a algunas personas les sucede con el licor, pero más sano. ― Intentó explicar, antes de levantar la mirada hacia el otro, tal vez encontrándose con sus ojos en algún movimiento fortuito. ― Sabes que no soy un humano. ― No hubo necesidad de que añadiera el ‹‹¿Verdad?››, que había planeado en primer lugar, porque Atlas no era tonto. Un segundo encuentro le bastaría para encajar las piezas del rompecabezas y descubrir que algunas no cuadraban. ― Estoy algo confundido. . . Sobre esa criatura, sobre ti. Y, como bien dices, sobre lo que vivimos.

Dejó ser una pausa en ese momento, porque la fémina a cargo de ellos regresaba ya, dando un pinchazo a la burbuja donde se había visto enclaustrado. Le sonrió como agradecimiento, para luego inclinar levemente la cabeza, antes de que ella se retirara, porque temía que, si hablaba, su voz fuera a revelar lo perdido que estaba. Lo perdido que se sentía. . . con la información que se le escapaba, con su propia vida, que también se le iba. Sin embargo, aquello no podía ser impedimento para tener momentos preciados, momentos preciosos. La mano que sostenía el regalo le empezaba a escocer, y lo hizo a tal punto, que terminó dejando el objeto sobre la mesa, sin molestarse en probar su Frapuccino, siquiera. ― Un agradecimiento de mi parte. Un amuleto que llevé a bendecir. ― Musitó, apoyando ambos codos sobre dicha mesa y dejando caer su mentón sobre las manos, dedicando al contrario una mirada curiosa, al mismo tiempo que tímida, al no saber cómo reaccionaría. Su propio amuleto, aquel que Arial le otorgó cuando le reveló a qué coro pertenecía, caía de su muñeca izquierda, guardando el secreto de su poder.

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