Deambulando aburrido

Como la directora de este instituto tengo un sin fin de responsabilidades, cosa que no me ha quedado muy claro; lo bueno es que mi oficina es un lugar tan tranquilo para perderme y terminar mis pendientes. Por lo general me enseraba en ella con la música de infancia para poder trabajar de una manera más rápida y claro sin olvidar mi gran suministro de café.

Al ser la escuela un lugar demasiado tranquilo no es necesario tener grandes infraestructuras en la seguridad, puesto que por lo general las únicas personas que rondas por los alrededores son los maestros y yo, bueno ya lo bastante grandes como para cuidarnos solos y asido lo bastante factible por el momento, pero como una bruja bastante sabia siempre hay un as bajo la manga; un pequeño truco que aprendí de mi veterana abuela, a cada puerta y ventada tiene le coloque un sello de energía, sirve bastante bien, puesto que cada raza de la cuidad emana un color y energía diferente, es la manera más fácil de encontrar intrusos.

Doy gracias a que aparecía  aquel no invitado, de no haber aparecido no hubiera sabido si los sellos  funcionaban; pero eso no negaba el hecho de un intruso en las inmediaciones; “¡Diablos!, me toca echarlo, ¿dónde están los maestros cuando los necesito?” pensé. Salí de la dirección, cerré con llave aunque para que, si alguien ya había entrado no le tomara tanto tiempo abrir una cerradura tan vieja como esa, camine con un toda tranquilidad hasta llegar al último lugar donde se abrió el sello, no pretendo hacer nada malo, simplemente invitarlo a salir del lugar, ya que necesita un invitación expedida por mí sobre todo si se trata de mi jardín mágico.

Me hacer que a aquel individuo por detrás, y sin hacer contacto físico, le hable, -Disculpe Señor, ¿con que osadía se atreve a entrar en la institución sin una invitación previa de su llegada?- lo dije con un tono bastante sofisticado, como lo hubiera hecho mi abuela si entro en su habitación.