Tal vez…

Mientras caminaba en la noche, en el silencio de sus pasos casi imperceptibles para un oído normal, Lelahel pensaba, meditaba. ¿Qué cosa tenía que pasar para que volviera a sentirse completo de nuevo? Tenía tanto tiempo deambulando él solo, andando de un lugar a otro, siempre vigilando y manteniendo la palabra de Dios entre los humanos, haciéndoles recordar que el siempre les amaba y les amaría hasta el fin de los tiempos, que por poco olvidaba cuidar de si mismo. Siempre se había caracterizado por mantenerse lejos de aquellos que realmente le importaban, cuidarles de lejos, entre las sombras, incluso había sido así con Raziel, de forma que no le detuvo cuando este decidió irse en su búsqueda personal. 

En algún momento de la misión, Lelahel había dejado una parte suya y desde ese momento no se encontraba de nuevo, vagaba como una sombra, fuerte hacia fuera, pero casi vació por dentro. Excepto por ese día en el bosque, donde por segundos pareció sentirse completo con aquella presencia que entre los arboles le había estado observando, y que nunca se mostró ante él. 

Esa presencia era lo que le tenía en pie esa noche, quería encontrarle, necesitaba conocerle, ¿Por qué se había sentido así frente a alguien que nunca había conocido? ¿Era acaso que el Padre por fin había mandado a alguien para el? Alguien que complementara la vida de su hijo… 

Se detuvo en una calle, junto a uno de los numerosos canales, posando la mano sobre la vieja roca húmeda que había visto ya tantos y tantos años, y que poseía tantos secretos que cientos de libros podrían ser escritos si pudiera hablar, y miro hacia el canal. La oscuridad de la noche envolvía todo, y parecía ser que por momentos, esa oscuridad, que no era infernal, sino más bien sentimental, podía consumirle por completo. Y no hay nada peor que un zephyro sin esperanza… sin amor.

Oh, tu eres mi amor… ¿Dónde estás?

Sus ojos se cerraron un momento, mientras un largo suspiro se escapó de sus labios y apoyó la otra mano sobre la piedra. No era posible que esa presencia desapareciera así nada mas, no después de sentir esa calidez al tenerle moderadamente cerca.