Las discotecas eran como un circo o un parque de juegos para Abrahel. La gula de los que consumían algún vicio y ansiaban más, la lujuria de aquellos que buscaban aventuras de una noche, la soberbia de quienes se sentían intocables... Sí, todos los pecados a la orden. La ironía de la vida era que al día siguiente, los insectos seguirían el curso normal de su vida, callando su consciencia y aparentando que nada sucedió. Era sardónico que las personas arreglaran todos los días sus cabellos y no buscaran arreglar su corazón. Mal por ellos, bien por Abrahel que no dudó en embarcarse esa noche para uno de esos sórdidos lugares.

Era bien entrada la noche, la hora obvia de llegada de muchos. Entre ellos, personas de importancia, esa clase de personas buscaba Abrahel. Nunca estaba de más tener contactos y poder usarlos cuando se le antojara, y con un rostro como el de Stella ¿Quién no cedería? El demonio se detuvo frente al ventanal de la discoteca, fijando su mirada en un ventanal observando con interés su reflejo… Aquel rostro era la perfecta mascara para una sociedad que pensaba que la tranquilidad espiritual se alcanzaba por gastar un centavo en un mendigo, para ganar una idea reconfortante y vanidosa de su bondad. Cuanta más pureza de espíritu y cuanto más valor se requiere para sobrellevar la existencia de la miseria humana sin esa hipócrita operación.

Aquel rostro sería la fachada, y su mente ella misma… No le pertenecía a nadie, no dependía de nadie. Si, Abrahel amaba controlar, pero no ser controlada. Conocía sus encantos, y al entrar no dudó en usarlos. La increíble y frágil cordura humana, trastornada por el alcohol y los excesos facilitaban su trabajo como traficante de pecados. Había una gran mesa, alta y con un caño donde obviamente bailaban de forma vulgar muchas mujeres. ¿Cuándo aprenderían que no hacía falta bailar como zorras para conseguir elevar el morbo? La sutileza y dejar a la imaginación... Ese era el verdadero combustible. Los hombres amaban desear algo que fuera inalcanzable. Abrahel, con el grácil cuerpo de Stella no dudó en posarse allí, apoyando su cuerpo contra el caño y sonriendo de forma insinuante y misteriosa, una sonrisa digna de ella y que era su marca registrada. Vestía un corsé que le daba más curvatura a su figura, pantalones de cuero que marcaban su anatomía y botas altas con tacón de aguja que le hacían ver sus piernas kilométricamente largas. Todo de color negro.

La música oscura y apagada empezó a sonar, genial, el hombre le había creído después de todo. La luz bañaba su cuerpo, y aquellas extensiones de piel que no estaban cubiertas, relucían como el cristal, delicado, aumentado por la luz que la cubría y que a la vez contrastaba con el color de sus cabellos. Con voz suave, delicada, ligeramente ronca y sobre todo inocente. Empezó a cantar la primera estrofa mientras balancea suavemente sus caderas al ritmo que marca la brisa ligera de un otoño recién iniciado. Al ritmo perenne de su voz, expelía sus delicadas ancas mientras un brazo se extendía verticalmente sobre el caño, acariciándolo, dejándose llevar por sus instintos, la canción y su propia voz. La música seguía siendo oscura y hasta psicótica, pero lo que en realidad importaba era lo que quería hacer llegar con la letra. Hizo un énfasis más ronco, profundo y suave como la seda en dos simples frases, que, sin duda alguna, el público debería saber que eran para sus oídos, para sus más profundos y oscuros deseos.

Ah la noche, que gran momento donde la vampiresa podía disfrutar de lo que era, una Daeva en su más puro estilo. Esa noche no era muy especial, había oído de un nuevo local que se veía... prometedor y ahí se encontraba esa noche cerrada, disfrutando de compañía tanto masculina como femenina como no, en la zona vip. Un grupo de hombres y mujeres rodeaban a la vampiresa completamente hechizados por ella. Rica y una Daeva ¿Como no caer en la tentación? Sin embargo le resultaba completamente aburrido que siempre hubiera el mismo tipo de gente sin embargo, algo captó la atención una chica entró en el local y desde el lugar escondido pero que daba a ver todo el lugar Julia pudo verla. Removió su copa de vino y miró a la chica completamente embelesada con sus facciones, con su forma de mirar a las chicas que bailaban y, entonces la música cambió por una más... oscura pero al mismo tiempo atrayente, pero lo que Julia estaba mirando eran los movimientos de la chica, como cantaba, como miraba a su público. Se mordió el labio inferior pensativa, ella era una depredadora innata y ya había elegido su presa.

La canción terminó demasiado pronto para su gusto, bien, si la contraria podía moverse así no significaba que fuese la única que pudiese atraer de esa forma, los que acompañaban a la vampiresa estaban expectantes de lo que Julia hacía, que era mirar fijamente a la chica que quería conocer. Miró por un segundo a sus acompañantes, sabía que con un mordisco serían atrapados en su magia pero ya no le interesaban los juegos de niños, quería hacer algo más de su edad, divertirse con un Juego de mayores. Suspiró y sonrió de lado.Llamó al camarero y le dió una nota en la que ponía que pusieren música en concreto, ella no sería tan oscura pero si tan sensual, aun que le gustaba el estilo de la chica ella tenía uno propio por lo que se levantó y sin mirar atrás se subió al escenario, su vestido excesivamente corto y sus tacones de infarto corresponderían con la música que acaban de poner, miró a la contraria con esa mirada que solo ella tenía, sus ojos rojos por el embelesamiento de su canción eran signo de que le había encantado la canción, aun que le había gustado más quien la cantaba.Se acercó a la contraria e hizo una venía pequeña y una sonrisa desafiante concordando con la mirada, tomó un microfono que estaba en un lateral con total naturalidad pero con un movimiento tan oscuro al mismo tiempo que los hombres del lugar se quedaron expectantes de lo que Julia tenía pensado, comenzó a cantar y a moverse sin apartar su mirada de la contraria, unos movimientos sensuales con un ritmo que imponía fiesta al mismo tiempo, una mezcla que le encantaba.

Una de las razones por la cual le encantaba estar allí arriba era porque era el medio de expansión perfecto para recordarles a todos los presentes el valor del pecado, y los débiles que eran. Varios hombres intentaron tocarle, Abrahel simplemente piso alguno de sus dedos mientras le sonreía de forma enigmática, si bien era una traficante de pecados, nunca dejaba que la tocaran de ninguna forma, pues era mejor dejar todo a la imaginación,  o al menos asi era la vida para el demonio. La canción terminó y Abrahel guiñó un ojo de forma picara a todos los presentes, había sido divertido a decir verdad. Estaba a punto de bajarse de la tarima cuando notó que una mujer muy hermosa subía, esa falda era demasiado provocativa para ser pasada por alto y aquel cuerpo era por mucho el mejor que había visto por aquel sórdido lugar, pero los ojos ajenos fueron el punto clave de todo. Aquellos ojos no eran humanos, a menos que fueran lentillas de color carmín, aun así, desde su llegada no había encontrado ser que fuera tan provocativo con tan solo una mirada. Interesante.

Una mirada de desafío basto para que el demonio decidiera quedarse allí, no quería ser parte del público, quería estar con aquella mujer en la tarima hasta el final, aquellos ojos rojos le hacían arder en curiosidad. La letra de la canción ajena le hizo sonreír, los movimientos ajenos concordaban a la perfección con todo aquello, preciosa criatura aquella, sin ninguna se había encontrado con toda una joya esa noche. Empezó a moverse al ritmo de la canción, tocando su cuello y lanzando su larga melena castaña hacia la espalda, en todo momento observaba a la chica cuya voz resonaba fuerte en el lugar. Se acercó rápidamente y se posó frente a ella, dándole la espalda hizo lo mismo que con el caño en el cual anteriormente bailaba, sólo que esta vez apoyo su cabeza en el hombro ajeno y junto todo su cuerpo contra el de la chica. Su cuello quedó completamente expuesto mientras su boca rozaba ligeramente la mejilla de la chica y sus manos acariciaban aquel rostro. – Preciosos ojos, querida… -Comentó de forma traviesa, dejando un suave beso en aquella perlada piel mientras movía sus caderas de lado a lado de forma sugestiva y sensual que rozaba ocasionalmente la humanidad de la chica. Rápidamente rodo y quedó atrás de la joven mientras el público gritaba totalmente enloquecido, deslizo sus dedos por el cuello de la joven mientras acercaba sus labiales al oído de su acompañante.- Me gustaría verlos más de cerca… -Murmuró y dejo un último beso en el lóbulo de aquella zona y procedió a alejarse y descender de la tarima a medida que sonaban los últimos segundos de la canción, dándole una última mirada a la chica, regalándole a su vez una suave sonrisa, invitándola a seguirla… No quería perder aquellos ojos carmesíes por nada del mundo.-

La Strigoi estaba ligeramente sorprendida, las acciones de la mujer que había captado su atención eran todo lo que podía haber pedido de ella. Oh esa postura que hizo que Julia se des concentrara su colmillos se desenfundaron ligeramente, solo un pequeño movimiento y podría saborear la piel y sangre de aquella chica , pero la strigoi se quedó quieta en lo que se refería a probar sangre y continuo moviendo su cuerpo al ritmo de la musica y de su voz, de vez en cuando sentía como ambas intimidades se rozaban haciendo que sonriera. Al escuchar sus palabras se limitó a mirarla fijamente con su sonrisa y su mirada tornandose oscura. Exhalo aire innecesario al verla voltear de esa forma, era rápida.


Una vez la canción finalizo vio no sin admiración como la contraria bajaba del lugar, la gente gritando, animados por el baile que acaban de presenciar. Pero poco le importó a la Strigoi, Akasha simplemente bajó del lugar y en un parpadeo estuvo justo al lado de la chica "oscura" -Me tienes en serias dudas joven dama...-Dijo mirandola con aquellos ojos profundos que poseía.-Ya no se si soy la cazadora o la cazada y eso me perturba.... mucho-Dijo acercandose a ella, siguiendola, mirandola con esa mirada de desafío y esperando la reaccion de la dama que tenía a su lado. Esta vez, quería ver antes de adelantarse, antes si quiera de presentarse.