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Título de trama
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Espacio libre
[Privado|Caliel] The sweet Angel and the girl of the night Miér Ago 06, 2014 9:22 amJulia V.[Akasha]
Gaspard
P.B :
Gaspard Ulliel
Sexo :
Mensajes :
74
Fecha de inscripción :
21/10/2013
Humor :
No es de tu incumbencia
Su diestra se deslizaba por el papel tapiz de aquel sitio, el cual si era sincero hace bastante tiempo que no se daba el trabajo de visitar más de lo necesario. Su vida en estos últimos años se limitaba en un ir y venir del trabajo a su hogar en el linde de la ciudad donde convivía con su eterno compañero… probablemente el muchachito en esos momentos se hallara durmiendo o quizás leyendo… de una u otra manera el menor jamás preguntaba su destino o propósito cuando salía.
¿Qué otra rutina podría efectuar en aquella ciudad? La cantidad de vastagos en brujas había descendido drásticamente en los últimos años y además de un par de recién convertidos no había nada en la ciudad que llamara su atención al punto de sacarle de su hogar por más de un par de horas que ante los ojos de cualquiera hubieran parecido le confinaban eternamente, más la realidad era otra, simplemente no se acostumbraba a la ausencia de los suyos y añoraba con demasiado ahínco aquellos días en que noche tras noche debía salir a vigilar a sus niños sedientos de sangre.
Las escenas morbosas y las muertes accidentales le terminaban por producir sentimientos encontrados. Por una parte estaba aquel remordimiento por las vidas perdidas a causa de sus descuidos y por otra la emoción, la adrenalina que le recorría al intentar mantener a raya a los jóvenes e inexpertos Strigois.
Sus pasos resonaban sobre el suelo de madera mientras las imágenes iban y venían en su cabeza con cierta constancia cual estrellas fugaces que en algún punto llegarán a su fin inevitable, trayendo recuerdos y memorias que cada cierto tanto acababa por creer olvidados.
En ese punto, cuando su cuerpo cruzaba bajo el umbral de una de las tantas puertas, la vivida imagen de aquel joven de rasgos asiáticos que hace ya algunos siglos atrás había estado a su cargo, llegó finalmente a su cabeza…. Y si mal no recordaba había vuelto a escuchar su nombre por esos lados, el joven JaeWook hacía acto de presencia nuevamente en brujas y Gaspard acababa por preguntarse cómo le habrá estado yendo al chico hasta ahora tras ese periodo sin tener señales ni conocimiento alguno el uno del otro. Probablemente esa era una de las principales razones que visitara el viejo edificio del banco de sangre, el toparse con uno de sus pocos conocidos una vez más.
Ingresó a la sala de música finalmente mientras se encargaba de encender un par de velas para alumbrar la habitación no más de lo requerido, sentándose en el banquillo del piano mientras alzaba la tapa que cubría con recelo las blancas teclas de marfil de aquel bello instrumento que tanto había llegado a amar con el paso de los años, empezando a deslizar sus delgados dígitos sobre cada uno de los rectángulos blanquecinos, sintiendo como iban cediendo ante la presión, dejando que la melodía invadiera y resonara en cada una de las paredes que le rodeaban.
¿Qué otra rutina podría efectuar en aquella ciudad? La cantidad de vastagos en brujas había descendido drásticamente en los últimos años y además de un par de recién convertidos no había nada en la ciudad que llamara su atención al punto de sacarle de su hogar por más de un par de horas que ante los ojos de cualquiera hubieran parecido le confinaban eternamente, más la realidad era otra, simplemente no se acostumbraba a la ausencia de los suyos y añoraba con demasiado ahínco aquellos días en que noche tras noche debía salir a vigilar a sus niños sedientos de sangre.
Las escenas morbosas y las muertes accidentales le terminaban por producir sentimientos encontrados. Por una parte estaba aquel remordimiento por las vidas perdidas a causa de sus descuidos y por otra la emoción, la adrenalina que le recorría al intentar mantener a raya a los jóvenes e inexpertos Strigois.
Sus pasos resonaban sobre el suelo de madera mientras las imágenes iban y venían en su cabeza con cierta constancia cual estrellas fugaces que en algún punto llegarán a su fin inevitable, trayendo recuerdos y memorias que cada cierto tanto acababa por creer olvidados.
En ese punto, cuando su cuerpo cruzaba bajo el umbral de una de las tantas puertas, la vivida imagen de aquel joven de rasgos asiáticos que hace ya algunos siglos atrás había estado a su cargo, llegó finalmente a su cabeza…. Y si mal no recordaba había vuelto a escuchar su nombre por esos lados, el joven JaeWook hacía acto de presencia nuevamente en brujas y Gaspard acababa por preguntarse cómo le habrá estado yendo al chico hasta ahora tras ese periodo sin tener señales ni conocimiento alguno el uno del otro. Probablemente esa era una de las principales razones que visitara el viejo edificio del banco de sangre, el toparse con uno de sus pocos conocidos una vez más.
Ingresó a la sala de música finalmente mientras se encargaba de encender un par de velas para alumbrar la habitación no más de lo requerido, sentándose en el banquillo del piano mientras alzaba la tapa que cubría con recelo las blancas teclas de marfil de aquel bello instrumento que tanto había llegado a amar con el paso de los años, empezando a deslizar sus delgados dígitos sobre cada uno de los rectángulos blanquecinos, sintiendo como iban cediendo ante la presión, dejando que la melodía invadiera y resonara en cada una de las paredes que le rodeaban.
Kim JaeWook
P.B :
Kim JaeWook
Sexo :
Localización :
Bruja
Mensajes :
74
Fecha de inscripción :
07/02/2014
Humor :
Misterioso y sexy
Había salido la luz de la luna de nuevo. Sus años inclaustrado en su mansión habían logrado en el una soledad que deseaba ser saciada, que sentía que le ahogaba y comenzaba a pensar, que si se quedaba quieto, se convertiría en marmol o en alguna otra cosa. En él, caía una de las responsabilidades más importantes de su raza, era el último heredero de los Dragoi, una familia antigua de seguidores de las sombras, siempre con miembros yendo y viniendo, aunque deseara, no podía esconderse y llorar por la eternidad la perdida de ella... su amada, su amante y madre... ella ahora no estaba, se había entregado al sol, muriendo por el desamor que el vampiro le daba. JaeWook se arrepentía, sus excesos, su egoísmo... habían roto el hermoso corazón de aquella mujer que amaba realmente, la única que siempre había amado y amaría de alguna forma.
El vampiro estaba dispuesto a dejarse ver de nuevo, sabía de algunos antiguos que aun moraban en Bruja, sabía que tenía lazos con ellos, conocía también lo fuerte y peligrosos de algunos. Esa noche en particular, el joven y hermoso vampiro tenía un solo objetivo, un solo lugar que era una refugio para todo aquel hijo de la noche que deseara pasar un momento de intimidad con los suyos.
El heredero Dragoi llegó al edificio imponente, con el típico estilo arquitectónico de la "villa". Miraba el lugar, observaba cada detalle y disfrutaba de la belleza que poseían. Suspiro y sintió el aroma que poseía el lugar, rodeado de arboles y tierra mojada, sin duda, algo delicioso para cualquiera que pudiera sentir cada fino aroma y detalle. Lleno de la belleza del entorno, entró observando como ojos rojos le miraban y sentían... no había otra forma... ellos sentían el poder que emanaba de un ser poderoso como era él. Si bien, había pasado muchos años sin usar su fuerza, la sangre de una familia antigua corría por sus venas.
Bajó a esa sala que solo era permitida para algunos cuantos, el guardián no se opuso y le dejó entrar sin siguiera preguntar su nombre. Con total seriedad el vampiro ingresó, dejando que sus sentidos volvieran a ser captados por el interprete de una melodía a piano. Conocía esa melodía, conocía al interprete... era él... era Gaspar. Años atrás lo había conocido, cuando era simplemente el nuevo miembro de la familia y su amante le presumía como un objeto preciado que había robado de una tierra salvaje. Y en parte... lo era. Con una sonrisa fría, se acercó y apoyó su mano sobre un costado del piano, mirándolo de frente, sonriendo- Aun tocas como un ángel... a pesar de los años, mi estimado Gaspar -sus ojos penetrantes lo observaron, sonriendo de lado, como siempre hacia. Habían pasado casi 100 años desde la última vez que se vieron.
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