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Título de trama
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Espacio libre
[Privado|Caliel] The sweet Angel and the girl of the night Miér Ago 06, 2014 9:22 amJulia V.[Akasha]
Aleksandr
P.B :
Julien Kang.
Localización :
Cerca del bosque.
Mensajes :
33
Fecha de inscripción :
25/05/2014
Edad :
42
Humor :
De todo un poco.
Julien estaba mucho más que aburrido, sobretodo extenuado de su hermana menor que nunca dejaba de hablar. Estaba cansado de escuchar todos los días, 24 horas, los 7 días de la semana en cada uno de sus minutos. Tenían más de un mes en la ciudad y no habían salido más que para recibir los comestibles encargados a un supermercado cercano. No obstante, él ya estaba cansado del lugar, no lo soportaba más, así que tomó una decisión radical.
Argumentando que los del supermercado se habían equivocado, Alek salió de la suit en dónde se hospedaban en ese momento, pero no para ir al susodicho lugar, sino para dirigirse a una farmacia. Las prescripciones médicas son muy fáciles de conseguir cuando un billete de 500 euros se interpone en el camino. De vuelta a casa aprovechó para comprar un balde de helado de chocolate, sabor favorito de la menor, simulando una gran sonrisa en sus labios repasaba una y otra vez su plan en su mente. Al llegar la casa, la cena ya estaba hecha. Miró a los lados previniendo que ella se apareciera y fue cuando escuchó el agua caer de la ducha, se estaba bañando y era la oportunidad perfecta para continuar su estrategia.
“Ma sœur, I’m here…” –Hizo el menos ruido posible, solo lo necesario para que ella supiera que estaba sirviendo la comida.- “Allé allé sœur, la comida está siendo servida.” –Sacó de su bolsillo el pequeño blíster donde estaban unas pastillas blancas, colocó toda en la moledora de madera y con el mortero empezó a reducirlas a un polvo muy fino para mezclarlo en la comida que le correspondía a su hermana. Por fin cuando llevó los platos a la mesa, ella ya se encontraba vestida y lista para comer. Primero se sentía muy nervioso, pues nunca había hecho algo así, pero sabía que hasta cuando ella se dé cuenta de lo que ocurría, debía ser las 2pm del día siguiente, pues su lato tenía tanto diazepam como para dormir a 3 caballos con una sola zanahoria. Y así pasó, ella cayó a los pocos minutos de haber probado dos bocados. Rápidamente cargó el cuerpo para llevarlo a su habitación y dejarlo recostado. Sin embargo, se quedó observándola por unos segundos y negó con la cabeza insatisfecho por su trabajo. De su habitación, trajo cuatro cinturones y amarró cada extremidad en las cuatro puntas de la cama.- “D’accord, c’est fini.”
Solo le tomó 30 minutos asearse y vestirse para la ocasión. Bueno, por lo menos escogió algo que no se vea de un alto costo entre toda la ropa de diseñador. Zapatos, cinturón y camisa de color negro, acompañados con un pantalón blanco ceñido a sus largas piernas y finalmente un saco del mismo color al igual que su mp4 y los audífonos que golgaban de su bolsillo delantero. Se miraba una y otra vez al espejo para asegurarse que todo esté en su lugar para que en su caminata no le faltara nada, no quería volver a su “casa” por lo menos hasta el amanecer y apenas eran las 11pm. Antes de salir pasó unos minutos por la habitación de su hermana para darle un beso en la frente a modo de despedida. – “Au revoir, ma petite sœur.” – Al sentir el viento fresco en su rostro fue un gran alivio, después de tanto encierro y estrés, por fin era libre… o por lo menos unas horas antes de volver a su realidad.
Caminaba entre las calles sonriendo a cuanta persona se le acercaba, estaba más que feliz, empero su felicidad se amplificó a ver una tienda donde vendían motocicletas. Simplemente se podría reducir a que entró caminando y salió en dos ruedas, no sin antes de preguntar a los dueños de algún lugar donde pasarla bien. Le dieron una dirección y fue a donde llegó. Las luces psicodélicas, el olor a humo de cigarro (y otras sustancias más), el aroma que sobre salían de las pieles de los humanos que bailaban entre ellos le anunciaban que había llegado al lugar que deseaba hace mucho. Con paso tranquilo se acercó a la barra y por primera vez en su vida, agradeció no estar tan lejos de Europa y que en ese país hablasen su idioma. El bartender se acercó al hombre para tomar su orden. Con toda seguridad pidió un Tennesse Tea y se volvió a ver a la plataforma donde todos se movían al ritmo de la música. Pero fue en el momento que giró el rostro y el viento proveniente de los grandes ventiladores llevaron a su nariz un magnífico olor. El olor de una hembra de su raza. ¿Cómo supo que se trataba de una de ellos sin haber estado con otras hembras que no fueran de familia? Pues, solo pudo suponer que era instinto y su instinto de a pocos le estaba llevando a ella a paso lento; sentía una mezcla de curiosidad, atracción y mucha tensión sexual, ya que nunca se había acercado a una loba extraña. Finalmente se vio tras ella, pero no sabía que decirle, solo se quedó en silencio unos segundos dándole tiempo a su cerebro para que formule algunas palabras que sonaran con algo de sentido. Se acomodó el saco y el cuello de la camisa antes de tocar con el dedo a la fémina que estaba delante.- “Buenas noches señorita…”
Argumentando que los del supermercado se habían equivocado, Alek salió de la suit en dónde se hospedaban en ese momento, pero no para ir al susodicho lugar, sino para dirigirse a una farmacia. Las prescripciones médicas son muy fáciles de conseguir cuando un billete de 500 euros se interpone en el camino. De vuelta a casa aprovechó para comprar un balde de helado de chocolate, sabor favorito de la menor, simulando una gran sonrisa en sus labios repasaba una y otra vez su plan en su mente. Al llegar la casa, la cena ya estaba hecha. Miró a los lados previniendo que ella se apareciera y fue cuando escuchó el agua caer de la ducha, se estaba bañando y era la oportunidad perfecta para continuar su estrategia.
“Ma sœur, I’m here…” –Hizo el menos ruido posible, solo lo necesario para que ella supiera que estaba sirviendo la comida.- “Allé allé sœur, la comida está siendo servida.” –Sacó de su bolsillo el pequeño blíster donde estaban unas pastillas blancas, colocó toda en la moledora de madera y con el mortero empezó a reducirlas a un polvo muy fino para mezclarlo en la comida que le correspondía a su hermana. Por fin cuando llevó los platos a la mesa, ella ya se encontraba vestida y lista para comer. Primero se sentía muy nervioso, pues nunca había hecho algo así, pero sabía que hasta cuando ella se dé cuenta de lo que ocurría, debía ser las 2pm del día siguiente, pues su lato tenía tanto diazepam como para dormir a 3 caballos con una sola zanahoria. Y así pasó, ella cayó a los pocos minutos de haber probado dos bocados. Rápidamente cargó el cuerpo para llevarlo a su habitación y dejarlo recostado. Sin embargo, se quedó observándola por unos segundos y negó con la cabeza insatisfecho por su trabajo. De su habitación, trajo cuatro cinturones y amarró cada extremidad en las cuatro puntas de la cama.- “D’accord, c’est fini.”
Solo le tomó 30 minutos asearse y vestirse para la ocasión. Bueno, por lo menos escogió algo que no se vea de un alto costo entre toda la ropa de diseñador. Zapatos, cinturón y camisa de color negro, acompañados con un pantalón blanco ceñido a sus largas piernas y finalmente un saco del mismo color al igual que su mp4 y los audífonos que golgaban de su bolsillo delantero. Se miraba una y otra vez al espejo para asegurarse que todo esté en su lugar para que en su caminata no le faltara nada, no quería volver a su “casa” por lo menos hasta el amanecer y apenas eran las 11pm. Antes de salir pasó unos minutos por la habitación de su hermana para darle un beso en la frente a modo de despedida. – “Au revoir, ma petite sœur.” – Al sentir el viento fresco en su rostro fue un gran alivio, después de tanto encierro y estrés, por fin era libre… o por lo menos unas horas antes de volver a su realidad.
Caminaba entre las calles sonriendo a cuanta persona se le acercaba, estaba más que feliz, empero su felicidad se amplificó a ver una tienda donde vendían motocicletas. Simplemente se podría reducir a que entró caminando y salió en dos ruedas, no sin antes de preguntar a los dueños de algún lugar donde pasarla bien. Le dieron una dirección y fue a donde llegó. Las luces psicodélicas, el olor a humo de cigarro (y otras sustancias más), el aroma que sobre salían de las pieles de los humanos que bailaban entre ellos le anunciaban que había llegado al lugar que deseaba hace mucho. Con paso tranquilo se acercó a la barra y por primera vez en su vida, agradeció no estar tan lejos de Europa y que en ese país hablasen su idioma. El bartender se acercó al hombre para tomar su orden. Con toda seguridad pidió un Tennesse Tea y se volvió a ver a la plataforma donde todos se movían al ritmo de la música. Pero fue en el momento que giró el rostro y el viento proveniente de los grandes ventiladores llevaron a su nariz un magnífico olor. El olor de una hembra de su raza. ¿Cómo supo que se trataba de una de ellos sin haber estado con otras hembras que no fueran de familia? Pues, solo pudo suponer que era instinto y su instinto de a pocos le estaba llevando a ella a paso lento; sentía una mezcla de curiosidad, atracción y mucha tensión sexual, ya que nunca se había acercado a una loba extraña. Finalmente se vio tras ella, pero no sabía que decirle, solo se quedó en silencio unos segundos dándole tiempo a su cerebro para que formule algunas palabras que sonaran con algo de sentido. Se acomodó el saco y el cuello de la camisa antes de tocar con el dedo a la fémina que estaba delante.- “Buenas noches señorita…”
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