Lelahel estaba sentado cerca de la ermita, con las piernas cruzadas elegantemente, con un cigarrillo en la mano, contemplando a la nada, entre las tumbas que se encontraban dispersas en ese lado del cementerio. Sus ojos, entrecerrados, daban la impresión de estar cerrados, pero él estaba alerta, pues aunque no tenía duda alguna de su poder, de su fe, aun no entendía el por qué la piedra se había roto, despertándolo a el y los demás sarafan de su prolongado sueño. Así bien, estaba poniéndose al día con el mundo moderno, además que tenía a Ren y a los pequeños ángeles que si bien eran fuertes, él debía ver por ellos. Su mano se presionó contra la estructura, haciéndola crujir un poco, haciendo eco en el silencio que allí reinaba. El día menguaba ya, la noche pronto caería sobre la ciudad, y tenía que recorrerla, vigilar la frágil tregua, pero no se movía, pues ese lugar le brindaba la paz que su cansado ser necesitaba, además, de ser un sitio neutral, así se había dispuesto desde el primer pacto.

En esas tumbas yacían muchos de los humanos que él había conocido desde su llegada, generaciones y generaciones de estos entre los mortales había caminado y todas llegaban al mismo final… la tierra, luego el cielo o el inferno, y él debía respetar la decisión, aunque doliera, pues a algunos terminaba pro cogerles cariño.

Después de unos minutos, largos, se puso de pie, caminando entre la tierra húmeda y las hojas secas que sobre el suelo descansaban, una sonrisa melancólica se esbozó en su rostro y comenzó un largo paseo antes de retirarse a mantener la paz… por la fuerza si era necesario.

Podía esperar encontrarse con cualquier persona, menos con él, y no porque le fuera desagradable, si no que en algún punto de la creación, habían sido hermanos y ahora, le dolía verle de ese lado, aun así, al sentir su energía cerca de donde él se encontraba ahora, Lelahel sonrió, volviendo la mirada a donde ahora Lucifer se encontraba sentado. Era tal y como le recordaba, delicado, pero imponente, su físico siempre daba el aspecto de ser frágil, solo para demostrar que en el interior era todo lo contrario. Cruzó los brazos sobre el pecho y busco un lugar donde recargarse para observarle mejor. Una charla entre hermanos.

- Mucho, mas no el que hubiera deseado – comentó, haciendo referencia al hecho de estar despiertos todos los sarafan, que solo significaba una cosa: algún problema oculto se movía por la ciudad. El mayor tenía la razón, al parecer no solo él pensaba en eso, pero por mucho que le diera vueltas, la verdad era que necesitaba a todos los sarafan en conjunto, para saber de qué se trataba ese asunto - ¿Qué, me vas a extrañar? – su voz, en un tono bromista, se dirigió al contrario, alzando la mirada hacia el cielo. Los problemas en ese momento estaban muy bien disfrazados, sin embargo, cuando llegara el momento de explotar, el quería estar preparado – hace cuanto que volviste? Yo hace unos años, siempre soy el primero… - suspiro, recordando el haber despertado y vuelto a dormir, y ahora volvía del sueño para encontrar que la piedra estaba rota - ¿lo sentiste? Vino Lilith, pero desapareció también, sabía que tu estarías aquí pronto, y no me equivoque… bienvenido al mundo… otra vez – le guiño un ojo, si Lelahel tenía algo torcido, era que no le importaba mezclarse con los demonios, siempre y cuando estos no dañaran a sus céfiros, porque allí si se convertía en alguien muy diferente.

Como si hubiera estado esperando por ese momento, estiro sus brazos y con ello, sus alas brotaron de su espalda, llenas de plumas negras, el símbolo de su estado como céfiro, la vida que llevaba tan cerca de los humanos – cansa esto de tenerlas escondidas, es como un dolor de espalda intenso… me siento como un anciano a veces.

A pesar de tener lugares totalmente opuestos, Lelahel aun sentía esa admiración por Lucifer, por lo que tomaba sus palabras como broma, como el hermano menor que siempre espera el regreso de su hermano mayor cuando este deja la casa paterna. Aunque sabía bien que no sería así, por lo que finalmente el mayor se levantó de donde se había encontrado hasta ese momento, y entrecerró los ojos ante su comentario, extendiendo las alas lo más que se podía, las plumas, negras, se sacudieron al sentir la brisa de la tarde que se colaba entre los árboles y entre las tumbas – no estoy más viejo que tú, eso tenlo por seguro, Luci – esta vez fue el quien sonrió, cruzando los brazos y dando unos pasos hacia atrás, para mirar en dirección a la basílica de la santa sangre, el único lugar santo en Brujas que Lucifer podía pisar sin quemarse junto con el cementerio.

No lo sé, desperté en medio de la soledad, no estaba ninguno de mis céfiros, ni nadie más que me orientara de lo sucedido en los últimos 100 años – trago profundo, no tenía que revelar que no era la primera vez que despertaba, solo que en aquella ocasión alguien robo su total atención y nada malo había sucedido, excepto el haber tenido que dejar a la chica que se había convertido en la madre de su hijo, y al producto de esa unión, aunque ahora que estaba de pie, sabía que Tiffany no tardaría en despertar también, y quería saber sobre el paradero del pequeño mestizo.

Solo vi a Moon hace unos días, a decir verdad me hacía mucha falta tenerle cerca,  ella siempre me llena de calma – comento volviéndose de nuevo hacia el – no esperaba encontrarte tan rápido, aunque es agradable, a pesar de todo, señor del infierno, pues yo aún te considero mi hermano – cerro los ojos y meneó la cabeza de un lado a otro sacudiendo su cabello, como quitándose el polvo de encima, para levantar la vista de nuevo y sonreír – descubramos a los bastardos que quieren jugar con nosotros.

Eso es porque tu no te preocupas de nada - comento al escuchar las palabras de su hermano, apoyándose contra la piedra y volviendo el rostro de forma despreocupada hacia el, con una sonrisa cálida en sus labios, que si bien podría parecer no tener lugar entre el zephiro y el daimon, la verdad era que aunque estaban tan alejados, el le quería, había crecido con el, había sido creado casi al mismo tiempo, y por tanto, aunque en las tinieblas, le consideraba su hermano, uno que necesitaba ser corregido, pero hermano al fin y al cabo. Lelahel sabia muy bien que el mal era necesario para que también existiera el bien, y alguien debía jugar ese papel de alguna u otra forma.

Por un momento se quedo pensativo, la presencia de Lilith siempre le causaba un malestar mas allá de lo tolerable, y para el, ella no era digna de confianza, en absoluto - si, yo mismo investigare, pero debes tener cuidado, vale? - sus ojos se posaron entonces en la caja de cigarros que sacaba de su chaqueta y se acerco a el nuevamente, extendiendo la mano con una sonrisa de cómplice, como dos hermanos que fumaban a escondidas de sus padres - dame, no seas avaro, no es como si esto nos fuera a matar - hizo brotar un poco de fuego de sus dedos para encender el cigarrillo.

Pronto sintió los dedos que tocaban su hombro, y en acto reflejo, contrajo las alas, girando el rostro hacia el para encontrarlo a escasos centímetros de distancia, en sus labios se curvaba una sonrisa y en los propios se reflejo el mismo gesto, mientras sus ojos se entrecerraban y dejaba el humo brotar de su boca con cuidado, creando una espesa cortina entre ambos - ves algo que te guste, Lucifer?