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Título de trama
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Espacio libre
[Privado|Caliel] The sweet Angel and the girl of the night Miér Ago 06, 2014 9:22 amJulia V.[Akasha]
Invitado
Invitado
El eco ampliaba los pequeños ruidos que emitían los animales del bosque, y las avecillas erigían un vuelo intrépido mientras sus tenues sombras se expandían por la luz del plenilunio, pero entre las copas de los árboles, el búho nival surcaba el aire con un aleteo silencioso, sus amarillos ojos buscaban incesantemente una presa a la cual atrapar, desde una cavidad oscurecida por lo umbrío de la noche apareció una liebre de pelaje gris, a la que el ave rapaz dirigió el vuelo y de modo excelso sus garras apresaron al lepórido ya elegido. A unos metros los observaba atentamente Asaliah, todas las noches salían del hogar para que Orión, que era el nombre de la lechuza blanca o búho nival, pudiera cazar. —Debo decir que me he acostumbrado un poco a ver sus salvajes cacerías— murmuró Kiseop con su habitual expresión adusta y reservada. Al tiempo en el que el ave saciaba su hambre devorando a su presa, la mirada del receptáculo se alzó para obtener una suntuosa visión del cielo y la vía láctea, imaginaba que en esos parajes se hallaba una explicación para todo, el único gran pecado que había cometido Ki era el involucrarse con lo adimensional, y esto había sido remediado por Asaliah, quizás no quitándolo de su oficio como consejero espiritual, pero sí ayudándolo a alejarse de cualquier otra entidad que no fuera él. Orión era un ave inteligente, había buscado todas las maneras para entrar a la vida del Céfiro y su contenedor, Kiseop no guardaba explicación para la aparición del ave, pero aunque él no tenía conocimiento de ello, Asaliah guardaba la respuesta y no sostenía la necesidad de decírsela, como espada enfundada prevalecería hasta el momento correcto de utilizarla, a través de aquello que era adimensional, sin saberlo Ki había conocido al ave en sus sueños cuando niño, Orión aún era parte de la materia que se desarrollaba en el bajo astral, esperando a nacer para seguir el curso de la naturaleza, en ese entonces su energía era negativa, sin embargo, aun si Kiseop no disponía de un arma espiritual para defenderse, siendo tan pequeño era realmente puro, y esto había permitido aquella olvidada amistad.
Pensamientos sin índole giraban, miraban al cielo y escuchaban al ave comer, allí eran sólo uno, solitarios entre el urdir subrepticio de la brisa, la temperatura era agradable, propicia para quedarse un buen momento en el inhóspito lugar. Otras especies de animales contemplaban más allá de las sombras, no se sentían amenazadas, y otras yacían reposando en sus cándidos sueños, nadie esperaba que algo fuera a suceder, pues en el ensimismamiento la dupla se volvía el ojo del huracán. Pero en esa tenebrosidad, existían caminos que de modo esperado alguien podía tomarlos, nada era totalmente seguro.
Pensamientos sin índole giraban, miraban al cielo y escuchaban al ave comer, allí eran sólo uno, solitarios entre el urdir subrepticio de la brisa, la temperatura era agradable, propicia para quedarse un buen momento en el inhóspito lugar. Otras especies de animales contemplaban más allá de las sombras, no se sentían amenazadas, y otras yacían reposando en sus cándidos sueños, nadie esperaba que algo fuera a suceder, pues en el ensimismamiento la dupla se volvía el ojo del huracán. Pero en esa tenebrosidad, existían caminos que de modo esperado alguien podía tomarlos, nada era totalmente seguro.
Lelahel
Sarafan Celestial
P.B :
JaeJoong
Sexo :
Localización :
La casa de los Cuervos
Mensajes :
733
Fecha de inscripción :
11/01/2013
Humor :
Cambiante, normalmente neutro
Tenia bastante tiempo sin visitar el bosque, meses sin pisar los territorios de su desaparecida Moon. Era cierto que andar por el sendero y sus alrededores le llenaban de cierta melancolía y por eso lo evitaba, Lelahel ya tenía bastante melancolía en su vida como para poder manejar más. Demasiados asuntos que se complicaban, y sumando eso a la gente importante para el que seguía desapareciendo, pues, no ayudaba mucho. Sin embargo estaba dispuesto a dejar todo eso atrás y seguir adelante, como por las de 600 años había logrado.
El aire del bosque era hermoso, lleno de paz, y serenidad, algo que bien necesitaba el zephiro. Estaba algo cansado y necesitaba ese espacio de soledad fuera de la mansión de los cuervos, donde poder extender las alas sin que nadie le mirase. Finalmente su camino le llevo al claro donde antes había encontrado a la mujer que vivía en ese bosque, y se recostó en el suelo, con los brazos estirados a los costados, los ojos cerrados y una gran sonrisa en el rostro.
Padre nuestro…
Que estas en el cielo…
La brisa hacia bailar las flores, los círculos de hadas que se encontraban en las cercanías. Escucho el canto de las aves, el cielo estrellado dejaba una estela de luz nocturna que bañaba todo de un tono frio, pero hermoso. Lo supo entonces, no se encontraba solo, y no solamente eso, se hallaba cerca de otro zephiro… uno que aún no tenía la dicha de conocer, pero esperaba que eso cambiara.
Se apoyó sobre los codos y entonces, como desde el día que se había revelado a Minha, extendió sus alas y suspiro profundo. Lelahel amaba a sus hermanos celestiales, más allá de lo que muchos podrían creer por el carácter tan tosco que tenia. Pero él era así, después de muchos siglos de vivir en la tierra entre los humanos, había aprendido a ser así.
Ven aquí…
Sus ojos miraban en todas direcciones, esperando por aquella compañía.
El aire del bosque era hermoso, lleno de paz, y serenidad, algo que bien necesitaba el zephiro. Estaba algo cansado y necesitaba ese espacio de soledad fuera de la mansión de los cuervos, donde poder extender las alas sin que nadie le mirase. Finalmente su camino le llevo al claro donde antes había encontrado a la mujer que vivía en ese bosque, y se recostó en el suelo, con los brazos estirados a los costados, los ojos cerrados y una gran sonrisa en el rostro.
Padre nuestro…
Que estas en el cielo…
La brisa hacia bailar las flores, los círculos de hadas que se encontraban en las cercanías. Escucho el canto de las aves, el cielo estrellado dejaba una estela de luz nocturna que bañaba todo de un tono frio, pero hermoso. Lo supo entonces, no se encontraba solo, y no solamente eso, se hallaba cerca de otro zephiro… uno que aún no tenía la dicha de conocer, pero esperaba que eso cambiara.
Se apoyó sobre los codos y entonces, como desde el día que se había revelado a Minha, extendió sus alas y suspiro profundo. Lelahel amaba a sus hermanos celestiales, más allá de lo que muchos podrían creer por el carácter tan tosco que tenia. Pero él era así, después de muchos siglos de vivir en la tierra entre los humanos, había aprendido a ser así.
Ven aquí…
Sus ojos miraban en todas direcciones, esperando por aquella compañía.
Armand
Sarafan Suprême Brugge
P.B :
Son Dong Woon
Sexo :
Localización :
Instituto de Brujas
Mensajes :
30
Fecha de inscripción :
06/05/2014
Humor :
--
Hacía poco tiempo que había llegado a aquella ciudad, la razón era simple, había sido convocado para guiar a los brugge de esa ciudad y revisar que nada se saliera de control, por lo que había llegado a ser el director del Instituto de Brujas. Para muchos, una persona sin relevancia, un excéntrico más que llegaba a dirigir a un grupo de presumidos que tenías capacidades diferentes a las del común. A decir verdad, aquello no era del todo falso, eso era, y a eso había llegado, lo que esa gente no imaginaba era el tipo de capacidades "diferentes" que tenían los que serían sus residentes.
Desde que tenía memoria. y valga decir que eso es mucho tiempo, se acostumbraba a salir en luna llena a llenarse de la energía natural, como brugge druida que era esto le ayudaba centrar todos sus chakras, a mantener en equilibrio su energía y poder potenciar, mas que nada, sus habilidades, por lo que apenas supo que a las afueras de la ciudad había un bosque no dudo en programar esa salida. Dejó varias cosas claras en el instituto, pautas y demás antes de salir y sin avisar a nadie pues aún no tenía a quien, tomó su abrigo oscuro que hacía juego con sus botas altas y se dirigió a su destino.
La brisa de esa noche era perfecta, el hermoso plenilunio en el cielo despejado brillaba llenando y bañando todo con un manto plateado excelso. Ingreso al bosque por un costado y se aseguro que nadie pudiera saber que estaba en ese lugar, era nuevo y no sabía quien en aquella ciudad podría estar buscando cazarle o hacerle daño, solo por ser quien era. A pesar de todo camino con libertad durante varias horas adentrándose en la espesura de ese bosque sintiendo la brisa, escuchando los arboles y animales nocturnos, disfrutando de aquel paseo en el que al parecer sería, su nuevo bosque. Vio un claro a lo lejos y se dirigió a el para poder hacer una pequeña oración a los dioses elementales que le hacían lo que era. Se sentó en el suelo, una vez estuvo en aquel claro, y cerro los ojos comenzando a meditar, no tardo en darse cuenta de la presencia de mas seres en aquel lugar, pero de igual manera notó que no eran seres de peligro. Abrió los ojos y se quedo pensando un momento en si debía ir a su encuentro o no, finalmente la curiosidad le mataba, pero podría ser que al verle en aquel lugar su carácter pacifico pudiera también cambiar, así que debía pensárselo bien.
Se quedo un rato mas donde se encontraba, volvió a cerrar los ojos concentrándose en su energía propia y comenzó a meditar agradeciendo por su vida a los dioses elementales. Después de eso vería que haría, pero por ahora y por si hacía falta, pediría también protección a sus dioses.
Desde que tenía memoria. y valga decir que eso es mucho tiempo, se acostumbraba a salir en luna llena a llenarse de la energía natural, como brugge druida que era esto le ayudaba centrar todos sus chakras, a mantener en equilibrio su energía y poder potenciar, mas que nada, sus habilidades, por lo que apenas supo que a las afueras de la ciudad había un bosque no dudo en programar esa salida. Dejó varias cosas claras en el instituto, pautas y demás antes de salir y sin avisar a nadie pues aún no tenía a quien, tomó su abrigo oscuro que hacía juego con sus botas altas y se dirigió a su destino.
La brisa de esa noche era perfecta, el hermoso plenilunio en el cielo despejado brillaba llenando y bañando todo con un manto plateado excelso. Ingreso al bosque por un costado y se aseguro que nadie pudiera saber que estaba en ese lugar, era nuevo y no sabía quien en aquella ciudad podría estar buscando cazarle o hacerle daño, solo por ser quien era. A pesar de todo camino con libertad durante varias horas adentrándose en la espesura de ese bosque sintiendo la brisa, escuchando los arboles y animales nocturnos, disfrutando de aquel paseo en el que al parecer sería, su nuevo bosque. Vio un claro a lo lejos y se dirigió a el para poder hacer una pequeña oración a los dioses elementales que le hacían lo que era. Se sentó en el suelo, una vez estuvo en aquel claro, y cerro los ojos comenzando a meditar, no tardo en darse cuenta de la presencia de mas seres en aquel lugar, pero de igual manera notó que no eran seres de peligro. Abrió los ojos y se quedo pensando un momento en si debía ir a su encuentro o no, finalmente la curiosidad le mataba, pero podría ser que al verle en aquel lugar su carácter pacifico pudiera también cambiar, así que debía pensárselo bien.
Se quedo un rato mas donde se encontraba, volvió a cerrar los ojos concentrándose en su energía propia y comenzó a meditar agradeciendo por su vida a los dioses elementales. Después de eso vería que haría, pero por ahora y por si hacía falta, pediría también protección a sus dioses.
Invitado
Invitado
Avanzaron rápidamente los minutos y Orión con la agudeza de sus oídos advirtió la presencia de alguien más, pero no fue un acto en solitario, ya que también lo habían hecho sus dueños, Kiseop soltó un silbido y el ave ascendió para posicionarse sobre el guante de cetrería, actividad que desde hace dos años llevaban desplegando. Asaliah sabía que se trataba de uno de sus hermanos provenientes del empíreo, asimismo no tenía seguridad de quién podía ser, y entender que se encontraba en la incertidumbre era como tocar el hirsuto pelaje de una bestia mefistofélica, por tanto prefería ir en busca del anónimo. El hábito de estar en aquel cuerpo físico le estaba haciendo olvidar lo se que sentía ser una criatura inmaterial, caminó en dirección a la fuente que estimulaba su intuición terrestre y, antes de que el ave posada en su mano emitiera algún sonido, ya podía divisar a la persona buscada. —Buenas noches— saludó con una amena sonrisa, derribando la empalizada que había entre la inexpresión perseverante de su contenedor y su naturaleza jubilosa. Bajo el refulgir de la luna el coligado figuraba ser una persona de bellos rasgos físicos, además de tener sobre sí un aura noble.
La cabeza del búho giraba de lado a lado, como husmeando desde lejos la existencia de otro sujeto, acción que no ejerció interés sobre el céfiro, ya que de nuevo tenía en cuenta el pensamiento de los caminos. Los dos seres que estaban allí, además de Ki y Asaliah, eran el motivo que impelía a quedarse en el área durante esa noche en específico. La dupla deseaba que no se generara un rumbo ominoso, puesto que sus pretensiones no tenían ni brote de ser algo abyecto. —¿Cuál es tu nombre?— preguntó de manera informal, a diferencia de Ki, Asaliah era mucho más asequible a la hora de interactuar.
Por otra parte el ave Orión comenzó a ulular; separó sus alas de ciento cuarenta centímetros de envergadura, las que con su albugíneo hálito ornamentaron al celestial que se hallaba a unos pasos. El búho era un ejemplar macho de la familia de los estrígidos, que por su género gozaba de un plumaje cabalmente blanco, y sin duda a esas horas se divertía picando el grueso guante que ceñían sus garras. El céfiro experimentaba el suave apretar del pico en sus dedos, movimiento que de forma evidente lo desconcentraba. —No pensaba localizar a alguien esta vez— declaró paseando su vista por los alrededores, un relente incorporaba el frescor a su ánimo, evolucionaba dulcificando los trazos de retraimiento en la mente del chico humano que lo contenía, no había poseído su totalidad, porque a veces dos pensaban mejor que uno, y no era su intención eclipsar aquella meritoria subsistencia. —Orión, eso molesta un poco...— se quejó en voz alta y extendió los dedos de su mano libre para acariciar la blanda cabeza del animal, este último no cesaba de ulular, su sonoridad podía ser escuchada sin complejos desde hasta dos kilómetros de distancia, algo impresionante para un amante de las aves como lo era Ki y Caelestis.
La cabeza del búho giraba de lado a lado, como husmeando desde lejos la existencia de otro sujeto, acción que no ejerció interés sobre el céfiro, ya que de nuevo tenía en cuenta el pensamiento de los caminos. Los dos seres que estaban allí, además de Ki y Asaliah, eran el motivo que impelía a quedarse en el área durante esa noche en específico. La dupla deseaba que no se generara un rumbo ominoso, puesto que sus pretensiones no tenían ni brote de ser algo abyecto. —¿Cuál es tu nombre?— preguntó de manera informal, a diferencia de Ki, Asaliah era mucho más asequible a la hora de interactuar.
Por otra parte el ave Orión comenzó a ulular; separó sus alas de ciento cuarenta centímetros de envergadura, las que con su albugíneo hálito ornamentaron al celestial que se hallaba a unos pasos. El búho era un ejemplar macho de la familia de los estrígidos, que por su género gozaba de un plumaje cabalmente blanco, y sin duda a esas horas se divertía picando el grueso guante que ceñían sus garras. El céfiro experimentaba el suave apretar del pico en sus dedos, movimiento que de forma evidente lo desconcentraba. —No pensaba localizar a alguien esta vez— declaró paseando su vista por los alrededores, un relente incorporaba el frescor a su ánimo, evolucionaba dulcificando los trazos de retraimiento en la mente del chico humano que lo contenía, no había poseído su totalidad, porque a veces dos pensaban mejor que uno, y no era su intención eclipsar aquella meritoria subsistencia. —Orión, eso molesta un poco...— se quejó en voz alta y extendió los dedos de su mano libre para acariciar la blanda cabeza del animal, este último no cesaba de ulular, su sonoridad podía ser escuchada sin complejos desde hasta dos kilómetros de distancia, algo impresionante para un amante de las aves como lo era Ki y Caelestis.
Lelahel
Sarafan Celestial
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11/01/2013
Humor :
Cambiante, normalmente neutro
La naturaleza es a veces caprichosa, lo sabía bien, conocía a Moon y tenía conciencia del carácter de esa mujer y todo lo que representaba. Cuando Moon enojaba, el viento soplaba con tanta fuerza que muchas veces tuvo que sostenerse con los pies casi clavados en el suelo. Pero esa noche, todo estaba tranquilo, el búho que sobrevolaba la zona era hermoso, sus redondos ojos oscuros vigilaban y de una u otra forma, Lelahel se sentía, tranquilo.
La presencia se aquel hermano aún se sentía en los alrededores, no tenía conocimiento de su llegada, aunque últimamente se mantenía un poco desconectado de todo lo que sucedía a su alrededor. Lentamente se incorporó, desvaneciendo sus alas al instante, pues eso también podía ser tomado como señal de agresividad, no conocía el carácter del zephiro y lo que menos deseaba, era causar problemas o incomodidades a alguien que por el mero hecho de ser quien era, ya amaba.
Una vez el chico apareció en su campo visual, Lelahel esbozo una cálida sonrisa en el rostro, estiro una de sus manos hacia él y luego esta se posó en su propia cadera. Lo estaba analizando, no juzgando, era un hermoso contenedor, pero más hermoso era la bondad y el aura que sentía emanar del ser que estaba frente a el – Lelahel… y el tuyo, hermano? – sus ojos entonces se desviaron al cielo, entre las estrellas, el búho descendía con gracia hasta el brazo de su amo, o su compañero.
El ave era un ejemplar precioso, y mientras este jugaba con los dedos del zephiro, no pudo evitar una suave risa – no somos muchos de este lado del mundo, algunos han venido y van a otros lugares, pero yo permanezco – comentó, estirando su mano a la cabeza del ave, acariciando sus suaves plumas – te ama – susurró mirando al joven.
Un súbito aire frio le llevo la presencia de alguien más, cercano a ellos, alguien que se movía entre los poderes naturales…
No estamos solos…
La presencia se aquel hermano aún se sentía en los alrededores, no tenía conocimiento de su llegada, aunque últimamente se mantenía un poco desconectado de todo lo que sucedía a su alrededor. Lentamente se incorporó, desvaneciendo sus alas al instante, pues eso también podía ser tomado como señal de agresividad, no conocía el carácter del zephiro y lo que menos deseaba, era causar problemas o incomodidades a alguien que por el mero hecho de ser quien era, ya amaba.
Una vez el chico apareció en su campo visual, Lelahel esbozo una cálida sonrisa en el rostro, estiro una de sus manos hacia él y luego esta se posó en su propia cadera. Lo estaba analizando, no juzgando, era un hermoso contenedor, pero más hermoso era la bondad y el aura que sentía emanar del ser que estaba frente a el – Lelahel… y el tuyo, hermano? – sus ojos entonces se desviaron al cielo, entre las estrellas, el búho descendía con gracia hasta el brazo de su amo, o su compañero.
El ave era un ejemplar precioso, y mientras este jugaba con los dedos del zephiro, no pudo evitar una suave risa – no somos muchos de este lado del mundo, algunos han venido y van a otros lugares, pero yo permanezco – comentó, estirando su mano a la cabeza del ave, acariciando sus suaves plumas – te ama – susurró mirando al joven.
Un súbito aire frio le llevo la presencia de alguien más, cercano a ellos, alguien que se movía entre los poderes naturales…
No estamos solos…
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No tenía intenciones de nada, de hecho le sorprendía un poco no ser el único ser que paseaba en esa noche en aquel bosque, era de admirar que mas de una persona hubiese tenido la misma idea que Armand lo que le hacía mas que gracia al pagano, sin embargo un poco de alimentación energética era lo que buscaba por lo que antes de ir a satisfacer su curiosidad innata de su ser, se quedo meditabundo en aquel lugar, contactándose con los dioses que le brindaban toda su gracia y poderío. Sería injusto para ellos no darles un leve saludo al menos si ya estaba en aquel lugar, ya después estaría libre de hacer lo que deseara.
Entró en su estado de trance en el cual todos sus sentidos y poderes se intensificaban, podría decirse que estaba indefenso, pero era la mayor de las falacias pues se encontraba mas que protegido por aquello que le rodeaba y le hablaba constante. Su comunicación con el mundo de lo natural era el arma mas poderosa que tenía. Debido a esto, supo de inmediato que la energía que le llegaba era celestial, de las mas altas esferas de la creación divina, y eso incrementó más la curiosidad dentro de él. Pero si algo poseía, y le era necesario para poder llegar hasta donde estaba entre sus congéneres. Por lo que mantuvo la paciencia. Si era cuestión de conocer a aquellos seres, lo haría en un momento, si no, pues entonces seguiría con su tranquila actividad.
Sentía como las ondas naturales de la vida que lo rodeaba lo llenaban y paseaban por cada uno de sus chakras que andaban alineados casi a la perfección, el tiempo en el cual se había abstenido del contacto con la naturaleza de su don le había desajustado un poco, pero no era nada que no se solucionara. Una sonrisa se dibujó en su rostro cuando las ondas sonoras del ave llegaron a sus oídos, era un hermoso cantar, debería proceder de un animal igual de bello. -Solo un poco más y podrás conocerles- escuchó aquel susurró en su cabeza. Los dioses del aire hablaban con él constantemente, sabían lo que deseaba y así fue como le calmaron las ansias para que pudiera terminar lo que hacía antes de ir a hablar con los desconocidos. Asintió con la cabeza una sola vez y siguió lo que hacía en tranquilidad y paz.
Entró en su estado de trance en el cual todos sus sentidos y poderes se intensificaban, podría decirse que estaba indefenso, pero era la mayor de las falacias pues se encontraba mas que protegido por aquello que le rodeaba y le hablaba constante. Su comunicación con el mundo de lo natural era el arma mas poderosa que tenía. Debido a esto, supo de inmediato que la energía que le llegaba era celestial, de las mas altas esferas de la creación divina, y eso incrementó más la curiosidad dentro de él. Pero si algo poseía, y le era necesario para poder llegar hasta donde estaba entre sus congéneres. Por lo que mantuvo la paciencia. Si era cuestión de conocer a aquellos seres, lo haría en un momento, si no, pues entonces seguiría con su tranquila actividad.
Sentía como las ondas naturales de la vida que lo rodeaba lo llenaban y paseaban por cada uno de sus chakras que andaban alineados casi a la perfección, el tiempo en el cual se había abstenido del contacto con la naturaleza de su don le había desajustado un poco, pero no era nada que no se solucionara. Una sonrisa se dibujó en su rostro cuando las ondas sonoras del ave llegaron a sus oídos, era un hermoso cantar, debería proceder de un animal igual de bello. -Solo un poco más y podrás conocerles- escuchó aquel susurró en su cabeza. Los dioses del aire hablaban con él constantemente, sabían lo que deseaba y así fue como le calmaron las ansias para que pudiera terminar lo que hacía antes de ir a hablar con los desconocidos. Asintió con la cabeza una sola vez y siguió lo que hacía en tranquilidad y paz.
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